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de Zipaquirá, que venían explotándose según técnicas indí- genas. Mendinueta procuró perfeccionar la extracción y aprovechamiento de la piedra de sal llamada vijua, los mé- todos de disolución, los tiestos y los hornos, de manera que sin menguar la producción, se economizara en combustible, cuya adquisición iba encareciendo por razón del transporte. Reiteró asimismo la petición cursada por Ezpeleta sobre erección de un consulado de comercio de Bogotá, indepen- diente del de Cartagena; institución absolutamente necesa- ria, si había de salvarse aquel reino de su languidez irritante. Hacendados y comerciantes, que apenas se conocían ni se relacionaban por la carencia de semejante oportunidad, se debatían en situación ruinosa: Los productores (agricultores y ganaderos) no hallaban otro recurso, cuando intentaban mejorar sus cosechas o su cabaña, que el de solicitar de las manos muertas un capital, que los dejaba gravados para siempre. «El oro y la plata pagan todos los consumos de fuerza, con absoluta ruina de la agricultura». Y los produc- tos de la tierra tenían que venderse precipitadamente en el almacén del comerciante, para surtirse de géneros y de aperos. Y el comerciante se veía aplastado por la acumula- ción de frutos, a los que no podía dar salida inmediata. Me- diante el consulado de Bogotá podría lograrse un contacto directo entre hacendados y traficantes y coordinar sus in- tereses mutuos. Debería erigirse otro en Guayaquil, al que se agregaría el giro comercial de Quito y el de Cuenca, «porque los consulados son cuerpos en que se reúnen las facultades y las luces para el bien del Estado». Mendinueta consiguió, pese a los nuevos gastos de de- fensa, reintegrar los 400.000 pesos que había dejado Ezpe- leta en Cartagena con destino a España y a los que había te- nido que recurrir para atenciones de la guerra; remitió a S, M. 1.500.000 doblones con la fragata Sabina; socorrió (en cali- dad de reintegro) a las tesorerías o cajas reales de Caracas y Maracaibo con 225.000 pesos; y puso otros 200.000 a dis- posición del general Leclercq, comisionado por Napoleón para sofocar la insurrección negra de Haití. Y después de rd A AS A ASAAA
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