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_.vax donde se asentó el monasterio. Allí queda la iglesia y el contiguo claustro, construido en el siglo XVIl por el cantero Martín de Zubieta. Los incendios se cebaron con codicia en el cenobio a lo largo de la historia. El 24 de septiembre de 1793, las tropas francesas de la Convención lo saquearon e incen- diaron. Fue el principio de la ruina, el preludio de la muerte del centenario convento. La historia de Urdax y de Zugarramurdi está vinculada esencialmente a los monjes. En estas páginas podremos asistir al humilde nacimiento de la villa, acunada en las míseras chozas donde vivían los servidores, vasallos so- lariegos y bordeantes, de Jos frailes. Es una disputa secu- lar. Como acontece en otros muchos pueblos de Navarra que fueron propiedad de los monasterios. Pero con una diferencia fundamental. Mientras otros lugares vieron frus- trados sus esfuerzos por lograr su emancipación, hasta que las leyes exclaustradoras se la sirvieron en bandeja de plata, los vecinos de Urdax vieron coronados sus afa- nes mucho antes, cuando Carlos lll de España reconoció la plena autonomía de la villa. El éxito singular de los ha- bitantes de Urdax no fue un regalo llovido del cielo. La historia que vamos a presentar lo demostrará cumplida- mente. EL PLEITO DE URDAX «El pleito de Urdax empezó el año de 1735, en tiempo del maestro Aguirre, abad, por haber plantado en el re- dondo cosa de 700 árboles», —anotaba el cronista pre- monstratense. Aquella nimiedad de setecientos robles plan- tados en territorio propio, vino a significar la masa crítica de una reacción en cadena, Protestaron los vecinos de Urdax y las autoridades del valle de Baztán contra lo realizado por el monasterio. Aquéllos por sentirse arbitrariamente perjudicados en su disponibilidad de helechos y aliagas; los baztaneses, porque unos simples «vasallos solariegos», como eran los de Urdax, habían pretendido vecindad con el valle, y porque el monasterio y sus bordeantes estaban desforestando des- piadadamente los comunes del valle de Baztán y su uni- versidad. Los gastos del largo pleito litigado ante el Consejo y Corte Mayor de Navarra, forzaron a las tres partes a un acuerdo notarial, firmado el año 1740. Los baztaneses se mostraron deferentes con el monasterio, al asignarle tie- rras de plantío para 206.304 árboles bravíios, 19.200 más que los calculados para la explotación de sus fundiciones de hierro o ferrerías. Hicieron esto «por afirmar más y más la buena correspondencia que se desea establecer para siempre entre el dicho monasterio, Valle y Universi- dad de Baztán». Concedió asimismo a sus «vasallos sola- riegos» derecho al plantío y corta de árboles, como si fue- ran baztaneses, aunque «debía entenderse con derivación de dicho Real Monasterio, y por derecho particular suyo, y no de otra manera». Seis años más tarde, el Real Con- sejo aprobaba el acuerdo anterior, encomendando al oidor, don Isidoro Gil de Jaz, al maestro perito agrimensor, y a có
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