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Desde antiguo constan como propiedades del monas- terio, casas, huertas, manzanales, piezas y otras hereda- des, en el lugar de Zugarramurdi, arrendadas al quinto mayor y menor. Según la sentencia de Lizasoáin, las pri- meras son recuperables por el monasterio, sin que sus arrendatarios las puedan vender ni enajenar. Las del quinto menor podrán ser vendidas, enajenadas y regaladas por su actual poseedor, aunque gravadas con todas sus cargas censales y parroquiales a favor del monasterio. Las here- dades que no son de quinto mayor ni menor son: tres casales contiguos, que se afrontan de una parte con casa de Tellaechea-bere, de otra con tierra de Barrenechea, de otra con tierra de Domenjoat, y de la cuarta con calle pública; otro casal afronta con casa de Laborda y la lla- mada Negoa. Con el consentimiento previo de los vecinos, durante los diez o doce últimos años, el abad y convento habían dado tierras a gentes advenedizas en término de Zugarra- murdi, con el fin de aumentar el número de pobladores. Ninguna de esas tierras, declara Lizasoáin, ha de ser quintera, aunque con esa pecha las entregara el monas- terio. Perteneció desde siempre a los abades y convento de Urdax otorgar y vedar facerías con los comarcantes. La facultad sigue en vigor, aunque en adelante habrá que convocar a su otorgamiento, como asesores sin voto, a cuatro vecinos de Zugarramurdi. La facería era el derecho recíproco al pastaje en los comunes y baldíos. En tiempo en que no haya facería, los vecinos de Zu- garramurdi podrán apresar las reses sorprendidas en sus tierras comunales y carnerearlas, sin licencia del abad y convento, aunque deberán enviar al monasterio una porción de las reses carnereadas o descuartizadas. En tres cláu- sulas, tres concesiones a los collazos. Se manda a los vecinos y moradores de Zugarramurdi respetar el término vedado y amojonado del abad y ca- nónigos de Urdax, y que no corten roble ni fresno en ellos, ni acubilen ganado en las bustalizas o majadas mo- nacales. El término acotado tenía los mojones por Or- a PA