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de los muchos nobles ultrapirenaicos, logró encauzar hacia su iglesia de San Salvador otra corriente de peregrinos, normalmente menos pudientes, pero en ocasiones del pri- mer rango social, como los Teobaldos de Navarra. Quizás su devoción por San Salvador de Urdax fue herencia de familia. San Norberto, fundador del Prémontré (1121), ar- zobispo de Magdeburgo y emparentado con la casa de Lorena, fue amigo entrañable del conde de Champagne y de Brie, bisabuelo del primer Teobaldo de Navarra. Atraído el conde por la santidad de San Norberto, se le presentó un día solicitando vestir el hábito blanco de los premostes. San Norberto barruntó toda la tortura psicológica de su amigo, devolviendo la serenidad y el optimismo a su espí- ritu, por obra y gracia del embrujo femenino. Le presentó esposa de todas prendas: Matilde, hija del marqués Engel- berto y sobrina del obispo de Ratisbona. Aquel recuerdo de familia y el prestigio de la orden en Europa, fueron parte importante en la adhesión devota de los Teobaldos a la casa de Urdax. Desde este monasterio despacha Teo- baldo | cédulas y cartas reales en los meses de marzo, octubre y noviembre de 1248, y allí recibe el homenaje del concejo de Bayona. Años antes, el 23 de junio de 1234, concedió el mismo monarca al abad y convento de Ur- dax la tenencia del castillo de Asquer o Ascar, que to- davía figura en la demarcación del término redondo de 1589. Según tradición, recogida por Julio Altadill, las bru- jas lo demolieron para vengarse de uno de sus recalci- trantes centinelas. Desde el monasterio de Urdax despachó Teobaldo Il la carta de fuero a sus «francos de Lanz», cuando en diciem- bre de 1264 se encaminaba hacia Francia para entrevistarse con su suegro, el rey Luis IX. En su testamento dejó dis- puesto: «Item mandamos quarenta sueldos al monasterio de Urdax, en el Peage de Maya, para pitanza del convento al día que celebren nuestro aniversario, e que beban vina en aquel día. Item mandamos a la obra de la Eglesia mil ducados». Tal vez por esta devoción regia entraron luego sus abades en las Cortes de Navarra, con los de Leyre, Fitero, Irache y La Oliva. En las celebradas el año 1298 en Pam- plona, para mantener las reclamaciones formuladas a Fe- lipe el Hermoso y doña Juana, reyes de Francia y de Navarra, firmó con el brazo eclesiástico «frey don Pedro de Urdax, por nos e por nuestro combiento». Mas no todo fue por real gracia. Aunque tan raros tes- timonios se nos hayan cruzado del mérito y renombre de aquellos canónigos urdacenses, algo significa que el papa Alejandro IV les confiara, con el deán de Tudela, la vigi- lancia del rescripto de indulgencias concedidas al rey de Navarra (1259), y que Urbano IV, por su bula «Meritis vestre», de 1262, nombrara al abad de Urdax conservador del monasterio de monjas agustinas de San Pedro de Ri- bas, con orden de no permitir que ni los franciscanos, an- tiguos ocupantes del edificio, ni otra persona alguna, lle- gara a entrometerse. Por mo haber sido el de Urdax mo- nasterio dúplice pudo su abad cumplir con menos estre- mecimiento aquel cometido tan desplazado. No parecen compaginarse todas estas preeminencias políticas y religiosas con la supuesta infeudación de San Salvador de Urdax a San Salvador de Leyre, hecha por el rey Sancho Ramírez, pese a los empeños que en ella pu- sieran los padres Sola, S.!. y Tomás Moral, O.S.B., al co- mentar las «peleas conventuales por un salmón». Que repa- Ma E

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