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de los mares habían retenido a Miguel José durante año y medio en la península. Desembarcó en Veracruz el 19 de mayo. Navegación afortu- nada, hasta libre de corsarios. Por atenciones de la guerra, su predecesor, Miguel de la Grúa y Branciforte, marqués de Bran- ciforte y cuñado de Godoy, había hecho de Orizaba el cuartel general, desde donde venía dirigiendo y aguijando la recluta y organización de milicias provinciales. En aquella ciudad le en- tregó su bastón de mando el día 31 de mayo; y al siguiente, emprendió la marcha Córdoba-Veracruz para disponer su re- greso a España. Pudo ser calificado Branciforte de buen gobernante, en razón de sus iniciativas económicas y sociales; pero su codicia (o la de su mujer, María Antonia Godoy) le había granjeado muchos adversarios y no pocas crueles invectivas: Aunque el mismo infierno abonrte escogido, un condenado, no podrá ser tan malvado, que te iguale, Branciforte. Azanza, por zarandajas leguleyas de la real audiencia, hubo de jurar y rejurar su cargo de virrey, gobernador y capitán general y de presidente de dicho tribunal, primero en Orizaba y el 10 de julio en la capital del virreinato. Aunque hiciera su entrada con buen pie, toda prudencia será venturosa compañera frente a las marrullerías de ciertos pania- guados de Branciforte, como el fisal don Silvestre Javier de Borbón y el director de la renta de tabacos, don Silvestre Diaz de la Vega; y frente a ciertos brotes de autonomía emancipa- dora, como la llamada conjuración de los machetes. Los historiadores mexicanos elogian de consuno su probi- dad y su moderación y lamentan sin lisonja los largos e inútiles días de su nombramiento transcurridos en la península. WALLIS Y NUTKA Apenas había Azanza perdido de vista el puerto de Cádiz, fuele a sus alcances un real despacho por el que se le enco- mendaba expulsar a los británicos del territorio de Wallis (Be- lize); porque ni respetaban los colonos ingleses los límites de explotación ni la prohibición de ciertos cultivos, como el del azúcar y el del cacao competitivos, ni la jurisdicción de los magistrados españoles en las contiendas entre los indígenas, con total quebrantamiento y desprecio del tratado de 14 de julio de 1786: amén de que aquel establecimiento con el de la usurpada Jamaica eran estribos de una barrera corsaria; y, en la circunstancia de guerra rota, dos catapultas de asalto a las costas virreinales hispanas. Al llegar a Orizaba disolvió Azanza las milicias de dicho cantón, por considerarlas más útiles en la labranza que en el cuartel, adonde fácilmente podrían incorporarse, en caso de peligro inminente, por constituirlas voluntarios de la tierra. Pro- curó en cambio dejar bien artillado y abastecido el fuerte de San Juan de Ulúa, «llave de la costa oriental», guarnecer el puerto de Veracruz con cuatro mil doscientos hombres en armas, gobernados por jefes y oficiales profesionales, activar la cons- trucción de las 18 lanchas cañoneras, iniciadas por Branciforte, promover y llevar a cabo la de otros 6 lanchones ligeros y nueve lanchas de fuerza en auxilio de las cañoneras y dotar sus cañones del pinzote o máquina giratoria, que potenció nota- blemente su capacidad maniobrera. 7%, A

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