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gobernador y capitán general, Felipe Fonsdeviela, marqués de la Torre, le nombra su secretario, se lo trae a España al resignar el cargo (a.1777) y lo adscribe a su comitiva de embajador en San Petersburgo (a.1780) Reinaba en Rusia Catalina Il, que había mostrado ciertas apetencias de expansión territorial hacia las costas californianas. El 22 de abril de 1783 fue nombrado Azanza secretario de embajada, en la que sustituyó, por ausen- cía, al marqués de la Torre; de San Petersburgo pasó a Berlin (Federico ll de Prusia), como encargado de negociosí(a.1784- 1785). Ante él se presentó, por recomendación de don Bernardo del Campo, el precursor de la independencia americana, Fran- cisco de Miranda. De regreso a la península, se le confían las intendencias de Toro y de Salamanca, de la que también es corregidor, y la de Valencia, crisol de gobernantes y fortuna de gobernados. Ofre- ciósele nueva oportunidad de confirmar su competencia y hon- radez administrativa con la guerra del Rosellón (a. 1793), cuyo ejército, a las órdenes del general Ricardos, tuvo que abastecer de víveres y munición. Otro navarro, Pedro Mendinueta, gober- naba uno de los batallones de aquella gesta gloriosa. (Temas de cultura navarra, n.* 233). El ministro de la guerra, conde de Campo Alange, al que dedica Godoy en sus Memorias un grato recuerdo, fue promovido a ambajador de Austria. El cargo vacante se confió a Miguel José de Azanza. Puesto eminente que le causará desazones, porque a espaldas suyas concierta el duque de Alcudia con el Directorio la paz de Basilea (22 de julio de 1795), que ignominiosamente ratifica en el tratado de San lidefonso (18 de agosto de 1796); por ambos convenios deja servilmente supeditados el prestigio y la plítica españoles al capricho y aspiraciones desmedidas del corso, que consideró pacto de familia aquella nueva alianza y que nos enfrentó en guerra con la Gran Bretaña (6 de octubre). Días después, 19 de octubre, Azanza es nombrado por real cédula de Carlos IV, virrey de Nueva España. ¿Antipatiías personales? ¿Exigencias político estratégicas inexcusables? Se me figura demasiado ingenua la hipótesis de los que atribuyen el nombramiento virreinal de Miguel José a supuestas pullas contra el favorito Godoy, por su título de Principe de la Paz. Manifiesta este en sus Memorias que todo el tiempo de su privanza sintió gran preocupación por nuestros dominios americanos, expuestos, ahora más que en el pasado, a los asaltos y desembarcos de las naves inglesas. No sólo hubo mudanza de gobierno en Nueva España. Por las mismas fechas se firman despachos en favor de Ambrosio Higgins, gobernador general de Chile para virrey del Perú; y de Pedro Mendinueta, teniente general de los reales ejércitos, para el Nuevo Reino de Granada. Nada se violentaba, porque Branciforte, Ezpeleta y Gil de Taboada habían rebasado los tres años normales de su cargo virreinal. Y el relevo se hacía en quienes habían dado pruebas de dotes políticas y militares. VIRREY DE NUEVA ESPAÑA Hasta el día 10 de abril de 1798 no embarcó Miguel José de Azanza rumbo a ultramar. Unos días antes había sido destituido de la presidencia del gobierno (más no de su privanza) Manuel Godoy, por voluntad de Napoleón Bonaparte. Y unos meses antes la escuadra británica, que merodeaba por la ruta atlántica. había hundido el navío Trinidad, el de mayor porte de todos los mares, y se había adueñado de la isla Trinidad, la más próspera de las antillas menores. Las intrigas palaciegas y la inseguridad

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