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Larrea, se vieron forzados a destituirle de la presidencia porque llevaban varios años sin percibir dividendos. De las pruebas que presentó José de Alegría Yoldi, hijo de Martín José, para la real y distinguida orden de Carlos lll, y de las que exhibió Miguel José de Azanza para un hábito de Santiago, se desprenden los respectivos linajes y parentescos. En 1796 fueron investidos ambos de su respectivo caballerato. Alega Miguel José nobleza e hidalguía de sangre, que com- prueban por documentos parroquiales y en rueda de testigos los religiosos profesos y caballeros de la orden de Santiago, don Ignacio de Marcoleta y con Guillermo Hualde, los cuales interrogan en Aoiz, Burguete y Huarte Araquil, examinan los libros de bautismos y de casamientos y se informan sobre la autenticidad del escudo de armas que el consejo de Navarra le había reconocido, como heredado de sus cuatro apellidos, en 28 de julio de 1792. Consta de cuatro respectivos cuarteles que llevan grabados un ansarón o ganso en el primero, de oro sobre campo de azur y que corresponde a los Azanza; un cabrio azur y tres armiños en sinople sobre campo azur, por Narvalaz; cruz de oro sobre fonde de gules y dos calderas de oro, surmontadas de lis, sobre fondo azur, por Alegría; y tres lobos andantes y tres flores de lis oro sobre campo azur, por Egués. Azanza y Narvalaz heredó Miguel José de sus abuelos pater- nos, Gracián y Ana, vecinos y naturales de Burguete; y Alegría y Egúés, de los maternos Pedro, natural de Huarte Araquil, y Josefa, hija de Aoiz. Administróle el secramento del bautismo, por comisión del vicario parroquial don Miguel de Egués, el abad de Ayanz y beneficiado de dicha parroquia de Aoiz, don José de Escároz, un 20 de diciembre de 1746, fecha, que, según costumbre, debió de ser la inmediata siguiente a la de su nacimiento. Fueron sus padres Pedro Azanza y Narvalaz, natural de Burguete y Juana M.* de Alegría y de Egúés, hija y vecina de Aoiz. La «Casa Azanza» de Burguete fue incendiada en 1793 por los franceses y reconstruida en 1797, Y la de «Alegría» de Aoiz, sita en el barrio «Iribarren». Cuz..Jo José de Gálvez, futuro ministro de Indias y marqués de la Sonora, le asoció a su misión, ardua y compleja, de visita general de Nueva España, debía de frisar Miguel José en los 20 de edad. Se lo llevó consigo a una empresa que fue trascen- dental para el oeste americano. Desde el puerto de San Blas navegaron hacia la Baja California. Y desde el puerto de Santa Ana (las tempestades le impidieron anclar en Loreto) organizó Gálvez y dotó con esplendidez las dos avanzadillas misioneras (por mar y tierra) que, bajo la égida de fray Juníipero Serra, habrán de asentar la fe y la cultura hispanas en las fundaciones de San Diego, San Antonio y San Carlos de Monterrey, que se proyectarán hasta las de San Francisco, San Joaquín y Sacra- mento de la Alta California. Al regreso de la expedición (año 1769) entretúvose el visita- dor en pacificar rebeliones indigenas en Sonora. No sé qué habría observado Miguel José, que juzgó conveniente delatarlo al virrey Croix; su lealtad juvenil le costó, por el enojo de J. Gálvez, cinco meses de arresto en el colegio de Tepotzotlán, propiedad de los jesuitas hasta su expulsión (a. 1767) y hoy monumento nacional y museo del Virreinato. TROQUEL BUROCRATICO En 1771 se incorpora de cadete Miguel José Azanza al regimiento de Lombardía, de guarnición en Caracas, de donde pasa a La Habana, que le graduará de teniente y de capitán. Su is
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