BCCCAP00000000000000000001746

Javat ministro de la guerra; y en 1822 se le destina a Londres como ministro plenipotenciario. Al triuntar en el Trocadero (Cádiz) los Cien Mil Hijos de San Luis, es destituido de su cargo y borrado de los anales de la marina, en cuyo servicio había ascendido a jefe de escuadra. LA CANDELARIA DE AZANZA Opinaba el barón de Humboldt que, dada la situación am- biente, era imposible promocionar al indio. Azanza no desaten- dió un cometido que hasta los días de Carlos IV venía constitu- yendo cargo principal en los juicios virreinales de residencia: la civilización y cultura de los aborígenes. Puso singular empeño en rescatar los bienes de las comunidades o parcialidades, invertidos en la suscripción de vales del banco de San Carlos y en acciones de la compañía de Filipinas; y aunque no logró su restitución, al menos se garantizó el disfrute de sus réditos y la plena libertad en las nuevas suscripciones. A petición del comandante de las provincias internas (So- nora, Sinaloa, Nueva Vizcaya, California) despachó Azanza, desde el puerto de San Blas, una fragata y dos lanchas de guerra contra los insurrectos seris, tepocas y tiburones; y por los informes del brigadier Calleja sobre las incursiones de las rancherías de Canoso, Moreno y Chiquito, jefes de los indios lipanes, mandó dar una batida a los sediciosos, que habían llegado en sus atrevimientos hasta Lampazos y Laredo (Río Bravo del Norte), ofreció la paz a los menos recalcitrantes, con cuyos embajadores celebró parlamento, y aceleró la fundación, . proyectada desde el gobierno de Branciforte, de una nueva ciudad a orillas del Salado, afluente del Río Grande o Río Bravo, con el fin de atajar sus correrías. Remitióle los planos el gober- nador del Nuevo Reino de León, Simón de Herrera, que propuso para la nueva población el nombre de «Nuestra Señora de la Candelaria de Azanza». Durante el gobierno de este virrey com- pletó Herrera la demarcación, asignó a cada vecino solar y tierras suficientes de cultivo y comenzó el corte de la madera y acopio de material para la construcción de la iglesia y de las casas de vivienda; entre tanto los pobladores se alojaban en chozas o xacales. La siembra de maíz comenzó a rendir apreta- das cosechas. Según censo de 18 de febrero de 1799, se habían establecido 66 varones y 57 mujeres, además de los 49 niños entre 2 y 12 años; disponían de 3 escopetas, 34 pistolas, 24 lanzas, 375 caballos, 1.176 yeguas de vientre, 565 mulas, 37 asnos, 969 vacas y 28.700 ovejas. Para finales del mismo año había 5 casas levantadas de cal y canto. Nombróse por justicia mayor a don Juan José de Santos, uno de los tres hermanos que podían alegar derecho sobre aquellas fincas, que se denominaban de «Santo Domingo»; y por cura párroco al bachiller don José Ramírez de Torres, catedrático de filosofía y artes en el semina- rio de Monterrey (Nuevo León). PROMOCION DE LA MUJER No había aún amanecido la aurora de las bachilleras. Las que lo fueron constituían elemento alógeno, extraño en su dintorno social. Hubo colegios de niñas desde los tiempos de Hernán Cortés; en ellos alternaban las clases de labor con las primeras letras, que abarcaban la lectura romance de libros y

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz