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jamarca y Guamacucho, y mo por aumento de la tasa tri- butaria (pues la rebajó de 14 a 7), sino del múmero de contribuyentes, Con censos mal calculados venían robando al erario. solamente en la provincia de Ica, entre el co- rregidor, los caciques y segundos, no menos de 6.000 pe- sos anuales. En hecho de verdad, hasta el mismo comercio de Lima se vio aliviado, con la nueva Ordenación de adua- nas, en 100.725 pesos fuertes. Cifras cantan. El triunfo está por el visitador Areche. Pero ese triunfo alucinante será su derrota. EN DEFENSA DEL IMPERIO Carlos lll no pudo digerir el fracaso de su recién es- trenado «pacto de familia»: la paz de París (1763), impues- ta por Inglaterra Buscó el desquite; mas no por latidos irresponsables de un amor propio lacerado, sino por el im- perativo insoslayable de nuestra empresa americana. La ruda experiencia de Cuba y de Cartagena de Indias (sal- vada por Blas de Lezo) había suscitado, en nuestros go- bernantes, fundados recelos sobre la expugnabilidad de aquel vasto territorio. Por real cédula de 1” de agosto de 1776 se erigía el virreinato de Buenos Aires, a expensas del limeño y de la capitanía general de Chile. Las bocas del Plata valían a la sazón por el Gibraltar de las Améri- cas. Fue su primer virrey don Pedro Ceballos, que había logrado desalojar de portugueses la orilla izquierda de aquel estuario y que en nueva campaña (1777) volvió a recupe- rar la isla de Santa Catalina (25 de febrero) y la Colonia de Sacramento (4 de junio). Don Manuel de Guirior, pese al desgaje de provincias tan surtidas en mineral de plata como larecaja, Cochabamba, Chayanta y Carabaya, contri- buyó con sumas gruesas a aquella acción bélica. En cinco millones de pesos calculaba el total de las remesas su defensor en el juicio de residencia don Francisco Martínez de Aguirre. Para acudir a las primeras emergencias soli- citó del consulado del comercio de Lima un empréstito de de millón y medio, para cuyo reintegro impuso un recargo del 12 y 1/2 por barril sobre los aguardientes, sin perjuicio de los derechos de alcabala. Mérito fue de su diplomacia y notorio indicio de su ascendiente social que lo fueran pagando, por término limitado, «todos los hacendados vo- luntariamente... sin que en ello hubiese fuerza alguna, sien- do efecto todo del amor del dicho Sr. Excmo. al Soberano, con cuyo mismo efecto se ofreció dicho cuerpo a la citada eros (D. Carlos Inierva, hacendado de Ica, año 1783). Por la acción de don Pedro Ceballos fue menos forzada nuestra necesaria paz con Portugal. Descartado aquel alia- do tradicional de Inglaterra, podía comunicar Carlos !ll con cierto optimismo al virrey Guirior: que estábamos en gue- rra rota con los ingleses, y que se tomaran todas las pre cauciones para seguridad de nuestros dominios «por los insultos y empresas de una nación que, en medio de su decadencia, conservaba un gran poder marítimo; y que, aunque estaba en el mayor aprieto, acaso su misma si- tuación apurada le podría insinuar el arbitrio de apoderarse e AN

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