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A sem red e: y a ASA dond -m : AS — a EEA ÑO AÉÁ A RA kE e + e tor. cesante, don Manuel Amat, su llegada al reino del Perú y su deseo de que se excusaran los gastos de recibimiento; y que no consumiese la ciudad de Lima sus caudales «en superfluidades» como aquélla. «En el ceremonial de la recepción —continúa Guirior—, contribuye (Lima) con abusos muy dignos de corregirse; con lo cual podrán minorarse considerablemente los gastos, evitando molestias que no hacen al caso». El propio teniente general, don Manuel de Amat y Jun- yent, le entregó las insignias del mando con fecha 17 de julio de 1776; y con la de 20 de julio de 1780 las tras- pasó Guirior a don Agustín de Jáuregui. «Con sus perso- nales luzes, índole generosa y activa aplicación al Real Servicio y causa pública, empezó a disfrutar el Reyno to- do, los más bellos días desde su Conquista» —escribió un contemporáneo de Guirior—. «Esta prosperidad —continúa el mismo cronista— sólo duró onze meses; pues al cabo de ellos entraron en Lima don José Antonio de Areche y Sornoza, caballero pensionado de la real y distinguida orden de Carlos 3., Ministro Togado del Real y Supremo Consejo de Yndias, Visitador General de los Tribunales de Justicia y Real Hacienda; y D. Melchor Jacot Ortiz Rojano, primer Rejente de esta Real Audiencia...». REFORMAS EN EL PALACIO VIRREINAL La instalación de cada nuevo virrey solía costar al real erario unos 22.000 pesos, que, con el ejemplo de Guirior, imitado por don Agustín de Jáuregui, se le convirtieron en un beneficio de 2.413 pesos y 4 reales de vellón. Según costumbre inveterada, antes de que el nuevo virrey hiciera su entrada oficial en la ciudad de Lima, sa- lían todas las autoridades y los prohombres, con el «virrey viexo» a la cabeza, hasta el puerto del Callao, y desde 1746. a la población de Bellavista, «subrogada en lugar de aquel vecindario, extinguido con el terremoto de 746». Para afrontar los gastos, se hacía una cuestación de bienes en especie, con cuya venta podía disponerse del caudal ne- cesario, Guirior renunció al boato, mas no al producto. Previno a don Manuel de Amat que se lo reservase a su comodidad. Y su comodidad le dictó entregar una parte al hospicio de Lima y destinar el resto a reparaciones en su nueva residencia. En ella se habían gastado ya, por cuenta de la Real Hacienda y en los meses últimos del virrey precedente, 10.000 pesos, que, con los invertidos en los cuatro años de gobierno de Guirior, montaron 51.110 pesos y 7 reales. Fue responsable de las obras don Ma- riano Pusterla, ingeniero, teniente coronel del ejército y natural de la ciudad de Zaragoza. Decoraron el interior del palacio virreinal Feliciano Fernández y Clemente Licerán, «Maestros pintores»; el maestro alarife, Martín Gómez, hu- bo de apuntalar los techos con maderos costosos, a estilo del país, y asegurar y mudar los tejares; a todo lo cual contribuyó el propio Guirior con 5.000 pesos de su bol. sillo. Y de orden suya entregó don Juan Francisco Miqueo y Ustáriz a don Jaime Palmer, mayordomo de don Manuel Amat, 5.600 pesos y 13 por los 8.477 en que se tasaron sos cs

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