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Arcos, San Miguel de Buenavista por fray Miguel de Tu- dela, Nuestra Señora del Pilar por fray Paulino de Pam- plona, etc. Si chimilas y motilones atrajeron la atención de Guirior, la numerosa población guajira le cargó de insomnios. Suble- vados los guajiros con los indios cocinas en 1769, incen- diaron las poblaciones tanto de blancos como de indios, fundadas por los misioneros; cometieron mil atropellos, sin perdonar a mujeres ni a niños, bebieron chicha y aguardien- te en los sagrados cálices, amolaron sus herramientas en las aras del altar y se arrimaron hasta la costa en donde dieron fuego a Bahía Honda y Bahía Hondilla; y hasta amenazaron con asaltar la misma capital, Riohacha, nor- mal covachuela de su contrabando con los holandeses. El virrey don Pedro Messía de la Cerda, envió desde Car- tagena un fuerte destacamento de veteranos para la de- fensa de la ciudad amenazada; pero tuvo que resignar el mando antes de conseguir la pacificación de la provincia. Entre tanto el comandante Galluzo, con su táctica de san- gre y fuego, enardeció la rebelión. Intervino entonces el ingeniero coronel don Antonio de Arévalo, persona de rele- vantes prendas personales, que publicó una generosa am- nistía en Riohacha (26 de noviembre de 1772), ofreciendo perdón general y protección a cuantos, abandonadas sierras y selvas, volvieran a reducirse a poblados. Aprobó Guirior aquel su proceder, más ajustado a las Leyes de Indias que el de la violencia. Y aquellos guajiros, que tomaban sus decisiones según los bucles del humo de sus pipas (In- forme del ingeniero Arévalo), tuvieron por de buen agúero las promesas conciliatorias que se les hacían. Y Guirior, de acuerdo con el arzobispo Camacho y con su paisano, fray Miguel de Pamplona, González Bassecourt, pudo dar su valimiento a la nueva etapa evangelizadora que se en- comendó a los capuchinos de la provincia de Valencia. VIRREY DE LIMA En pleno ejercicio de su cargo virreinal en Nueva Gra- nada recibió don Manuel de Guirior un real decreto en virtud del cual S. M, Carlos Ill, le confiaba el virreinato de Lima o del Perú, «por la satisfacción que me merece vuestra buena conducta y vuestro desempeño», Se había despachado en 24 de agosto de 1775 y quedó registrado, en la Contaduría General de la Distribución de Real Ha- cienda, el 16 de septiembre de 1775. Tuvo que esperar Guirior, como todo gobernante, la lle- gada del virrey nuevo, don Manuel Antonio Flores, al cual visitó e hizo resignación del mando el día 9 de febrero de 1776, después de haber navegado río Magdalena abajo, des- de Santa Fe a Cartagena. Un mes antes, el 5 de enero de 1776, había cursado sus últimas circulares, en que enco- mendaba a la real audiencia lo relativo a la administración de justicia; al fiscal Moreno y Escandón la pragmática del ramo de salinas, aguardientes y tabacos; y al administrador de cuentas don Vicente Nariño, la fábrica de pólvora y de salitre. Desde Piura comunicó don Manuel de Guirior al virrey a

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