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Relación— el real permiso por el que S. M. ha condonado parte de los derechos a los oros que, fundidos en barras y satisfechos los (derechos) de quinto y cobros, se con- dujesen bajo de registro a España, para labrarse en aque- llas Casas de Moneda; porque consiguientemente se priva a los de este Meyno de los derechos de amonedación, que dejarán aquellos oros y de las ventajas que amonedado producirían en el comercio, fuera del riesgo de que se extraiga sin quintar (esto es, sin haber deducido la quinta parte para el rey), mayormente habiendo en el Reyno dos Casas de Moneda». Con el sistema mercantilista, la política monetaria y la escasez de cultivos indígenas por falta de estímulo, todo el oro que se extraía de Nueva Granada salía «casi sin previa circulación, a la costa, a pagar los efectos y géneros de Europa... de modo que cada (navío de) registro es una red barredera que deja exhausto de dinero al Reyno» (de Nueva Granada). Como este descon- cierto —arguye Guirior— dimana tal vez de la corte, no hay sino apelar a la corte misma con detallados informes, para que desde allí se provea de remedio. POLITICA SOCIAL Aunque don Manuel de Guirior vaya insistiendo a lo largo de su Relación en sus empeños por mejorar la Real Hacienda, muestra en todas sus decisiones una preocupa- ción evidente por el bienestar de sus subordinados, tanto al promover nuevas fuentes de riqueza, como al perseguir el contrabando y moderar y vigilar la recaudación de tribu- tos y alcabalas. «Ninguna renta se ha establecido de nuevo durante mi gobierno, en que sólo he cuidado de mejorar las ya creadas». Le preocupa la suerte precaria de- los mi- neros, «oprimidos de deudas y de trampas»; y le preocupa la mucha pobreza en que viven diversas comarcas, «con las de Riohacha, Santa Marta, Portobelo y con corta dife- rencia Maracaibo». Apenas le había quedado tiempo de mejorar sustancial- mente el nivel económico y social del pueblo. Por eso in- siste en la necesidad de promover la ganadería, especial- mente lanar, y los cultivos, sobre todo de algodón y lino y de otros plantas textiles, para que pueda dedicarse con más intensidad el pueblo indígena «a la hilanza de lana y algodones por medio de tornos y máquinas, que abrevien y faciliten el trabajo, y de telares para tejer». Y si los dueños de tierras se negaren a la cría lanar, habrán de entregarse esos campos a quienes se sientan capaces de realizarlo. Más aún, debieran darse disposiciones generales «para que todos los que tuviesen tierras y no las cultiva- sen ni disfrutasen con cría de ganados o sementeras, se les obligue a dejarlas y que entren otros a disfrutarlas, en beneficio común, para evitar por este medio legal los gra- ves daños que se experimentan de que algunos por mer- cedes antiguas o por otro título se consideran dueños de inmensas tierras, que no labran ni para ello tienen facul- tades ni permiten que otros las cultiven, quedándose yer- mas.» ¿Qué régimen clamó con frase más tajante contra los latifundios y el absentismo? Aún avanza más en su si Y

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