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mano del virrey don Sebastián, y justicia mayor nombrado por Armendáriz, gastaron inútilmente grandes sumas, por haber errado en el sistema de achicar la mina inundada. Y hubieron de renunciar a su explotación. No es de extrañar, por lo que antecede, que el minero, aun a resguardo de su natural codicia, buscara en la venta furtiva del metal fundido cubrirse contra riesgos insoslayables. Armendá- riz, con el fin de evitar extravíos y evasiones fraudulentas en el pago del quinto real, proveyó de plata sellada a las cajas reales inmediatas a las minas, con el fin de que los oficiales o funcio- narios fueran rescatando toda la que se fuera produciendo. Sin bancos de rescate, próximos a la boca de mina, fácilmente podían hurtarse piñas al pago del quinto real. A los corregidores ordenó hacer una relación detallada, con plano alzado, de los yacimientos descubiertos en su distrito. Y a los mayordomos de minas, determinar la fineza del mineral, clasificándolo en «pacos, negrillos y mulatos», de acuerdo con la nomenclatura vulgar. Y los oficiales reales recibieron orden de recurrir a gentes entendidas, que, mediante la prueba del fuego, averiguasen la ley de los metales, «y que no se pierda tanta plata y azogue en su explotación, por no saber eliminar partículas extrañas, llamadas antimonios, malezas y gasa». Funcionaban en el virreinato de Perú tres casas de moneda o de acuñación: las de Bogotá, Potosí y Lima. En la Relación ni se menciona la primera, tal vez porque funcionaba todavía como patrimonio privado de los Prieto de Salazar. La moneda acuñada puede ser fuerte, cuando se excede en el peso o en la ley, a lo establecido; llena, cuando se ajusta al módulo fijado; feble, si es inferior en peso o en ley. Armendáriz, quizá advertido desde la corte, manda por de- creto de 5 de julio de 1729 al oidor de la real audiencia de Lima, Bolaños; a su asesor y alcalde del crimen Salazar; y al fiscal Pérezvuelta, examinar los libros y registros de la casa de mo- neda de Lima, en presencia de los ensayadores. Se averiguó, por los marcos que se pesaron, que en varias emisiones había prevalecido el feble; por lo que mandó arrestar al tesorero y embargarle su hacienda; y confinar al ensayador, don Cristóbal Melgarejo, en la casa de moneda, como en cárcel, para que no cesase en su labor. Durante el decenio 1724-1734 se acuñaron en la casa de moneda de Potosí 22.119.206 pesos y 2 y 1/2 reales, de los cuales fueron en plata 14.083.092 pesos; y en oro 8.036.114 pesos y 1 real. Todo lo cual valió 38.479.541 pesos y 2 reales, con notable rendimiento sobre los años precedentes, merced a «las compuertas que puso el virrey al fraude y al contrabando». Acuñó la casa de Lima, en oro y plata, entre 1734 y 1735, por valor de 2.342.971 pesos y 7 reales; y la de Potosí, por 1.373.291 pesos y 2 reales. Total de acuñación, durante los 11 años de Armendáriz: 42.195.804 pesos y 3 reales, con rendimiento anual de 3.835.982 pesos y 1 y 1/2 reales. El quinto del oro importó 377.895 pesos y 6 reales, que unidos a los de la plata, almojarifazgo, alcabalas, averías y señoreaje del oro y de la plata, rindieron al real erario, durante el mismo período, 7.850.683 pesos y 2 reales. Procuró el virrey Castelfuerte puntualidad en el pago de salarios y en las remesas de los situados, con que se solían socorrer seis plazas y sus fortines: Panamá, que es además «Confluencia del comercio», adonde remitió 100.000 pesos anuales; Cartagena, «llave del Reyno de Tierra Firme, última escala de la navegación de Indias y primera puerta de la comu- nicación de ambos Estados y de ambos comercios», era aten- dida por la real audiencia de Quito, en virtud de real orden de 30 de noviembre de 1730; Santa Marta, especialmente recomen- E, y a

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