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Acompañan al generalísimo Vendóme el jefe de toda la caballería, marqués de Valdecañas, el teniente general de dragones, José de Armendáriz; los expertos estrategas condes e Aguilar, de Mahon: y de Montemar; los mariscales José de Amézaga, Tomás de Idiá- quez, Diego de Cárdenas y muchos otros jefes y oficiales. Triunfos de Brihuega y de Villaviciosa (dic. 1710), en que el éxito inicial se debió al arrojo de la infantería, que irrumpió por el portal gótico de la muralla, en Brihuega, y el definitivo, a la acción maniobrera de la caballería borbónica, superior a la austriaca. No menos de 3.000 muertos tuvo el ejército castellano, entre los cuales el mariscal de campo, don Pedro Ronquillo, el conde de Borbón, los marqueses de Torremayor y de Santeldegarde, los coroneles Sotelo, Ramírez de Arellano, Francisco Navarro... Y entre los heridos, el capitán general, marqués de Toy; el teniente general, don José de Armendáriz, el mariscal de campo don José de Amézaga, el conde de Salvatierra, etc. Del adversario murieron los generales Belcastel, holandés, y Hamilton, inglés, con muchos brigadieres y coroneles. Y cayeron prisioneros lord Stanhope, general de la tropa inglesa, y Saint Amand, de los holandeses. La suerte estaba echada. El ejército aliado se retira hacia Ca- taluña, tal vez con la esperanza de retener el principado como feudo del archiduque. Madrid aclama alborozado a Felipe V, quien, tras una pausa hogareña y del quehacer político, se enca- mina a la capital de Aragón, por cuya infidelidad (no ajena al centralismo borbónico) le despoja de sus fueros. La perspectiva del triunto definitivo da al rey Felipe serenidad bastante como para disponer en Zaragoza recompensas a sus más señalados colabo- radores: «Estado de los Generales de que se compone el Real Exército, a los quales se deven despachar sus Letras de servicios y ser incluídas en las pagas de campaña y la presente: «Generalísimo, el Dr. Duque de Vendóme. «Capitanes Generales: Conde de Aguilar, Marqués de Valde- cañas, Marqués de Tuy, Marqués de Aytona. «Thenientes Generales, Dn. Juan Antonio de Amézaga, Dn. Pedro de Zúñiga, Dn. Joseph de Armendáriz, el Cavallero Croys...» hasta un total de nueve tenientes generales. Entre los mariscales de campo, D. Tomás Idiáquez, el conde de Montemar, D. Luis Piñatelli, D. Fabricio Rufo. De los brigadieres de infantería, el marqués de Santa Cruz; D. Gerónimo Solís; D. Juan Antonio de Aranda... hasta 22. Y de los brigadieres de caballería, D. Manuel de Alderete; el marqués de Pozoblanco; y D. José de Vallejo y el conde de Melún, que continuaron hostigando por los flancos y picando la retaguardia del ejército maltrecho de Stah- remberg, hasta el Segre. Aquel mismo año de 1711 se hicieron efectivas distintas mer- «pe como el marquesado de Castelfuerte en José de Armendá- riz. La reina María Luisa de Saboya enfermó en Zaragoza. Por dictamen de los galenos y por la grata memoria que guardaba su esposo del clima físico y moral de la Ribera, pasó a restablecerse en la ciudad de Corella. Y con la reina, la familia real y toda la corte (12 de julio de 1711). Fue su mejor sanatorio. La que había llegado acostada en la carroza, por su extrema debilidad, partió hacia Aranjuez apuesta y gallarda como amazona. Mudáronse entre tanto las condiciones políticas (y hasta las militares, con los triunfos del mariscal Villars en Flandes y en Baviera). Temióse tanto la conjunción de dos coronas, la de Es- paña y Francia, en una sola cabeza, como la restauración del imperio de Carlos V en el archiduque Carlos, proclamado empe- rador de Alemania. Y entre Inglaterra, Holanda y Francia, a espal- das del alemán y a costa del español, fraguóse el ignominioso a Ms

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