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DE LA HABANA A SANTA FE Don José de Ezpeleta y Galdeano había tenido oportuni- dad de recorrer la isla de Cuba desde que en agosto de 1780 llegara al puerto de La Habana con la escuadra del general de la armada, don José Solano y Bote, en una travesía zigza- gueada por ahorrar encuentros con los adversarios británi- cos y flagelada por los asaltos del escorbuto. El 28 de diciembre de 1785 se hizo cargo de aquella capitanía gene- ral. Inmediatamente organizó las milicias para la represión del contrabando, impulsó eficazmente las obras de pavimen- tación y alcantarillado, ensanchó y reforzó los muelles de La Habana y organizó el nuevo regimiento que se llamó de Cuba. Con su aprobación, cuando no por su iniciativa, se fundó en Santiago la primera sociedad de amigos del país (13 de sept. 1787). Enfrascado en nuevas reformas recibió el ascenso a mariscal con el real decreto de 14 de enero de 1789 por el que se le promovía al virreinato de Nueva Gra- nada. Resignó el mando el día 18 de abril en el teniente de rey Domingo Cabello. Embarcó a final de mes en la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes”; el 2 de junio se presentó en Cartagena. Travesía larga y penosa, porque hubo de care- narse el barco en Veracruz y largar ancla en Portobelo a cau- sa de los vientos contrarios. Inspeccionó en Cartagena las obras del puerto y estimu- lÓ a su excelente amigo el ingeniero don Antonio de Arévalo (ascendido en 1792 a teniente general) a coronar sus largos empeños con el cierre de la bahía de Boca Grande. Hubo en la ciudad portuaria recepciones, banquetes, regocijos popu- lares, según costumbre, con la costosa iluminación de calles y fachadas durante tres noches; la cera que ardió en los bal- cones de palacio no costó menos de 12 pesos. De Cartagena, por el canal del dique (abierto en el siglo XVII) a Barranca del Rey, embarcadero del Magdalena. Des- de él, mil kilómetros aguas arriba, desde las ciénagas del curso inferior a la corriente brava del puerto de Honda, en el curso medio. El coronel de milicias, don Gonzalo José de Hoyos, habíase afanado por hacer menos incómoda la angosta falúa “San Carlos”, en que habían de viajar los virreyes. Antes de su partida previno Ezpeleta a los oidores de la real audiencia y al cabildo y regidores de Santa Fe sobre su nombramiento y próxima llegada; y al comerciante, don Josef Micaeli, sobre los preparativos de la expedición, que requirió, entre otros, los siguientes géneros y efectos: falúa y champanes para el transporte; dos literas para sus excelen- cias; 26 catres de camino con sus armaduras y toldos; acon- dicionamiento de 17 cajones (equipaje) que se forraron con más de 300 metros de crudo a la cera; sillas de tijera; ajuar de cocina; artesa de amasar y horno de cocer el pan; carbón y leña; frutas, verduras, harina y pan fresco; costra y galle- tas; dos arrobas de garbanzos y otras tantas de fideos; 10 botijas de vino tinto; dos arrobas de pasas y otras tantas de almendras; 4 ristras de ajos en su jaba; 2 porrones de pasas; 3 botijas de arroz y otras tantas de frijoles; 6 de aguardiente; no menos de manteca de cacao; 24 jamones de España; dos jamones más para cocidos y embadurnados con manteca; almagre, lacre y tinta; 150 libras de chocolate; dos tarros de dulce; un pavo grande; pimienta de Castilla, canela, azafrán, orégano, limones, clavo de comer, 12 doce- nas de chorizos de España; 10 arrobas de carne salada; 20 frascos de aceitunas; 2 barriles de harina; velas sevillanas de ns .

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