BCCCAP00000000000000000001743

gadas de gualdrapas y pistoleras, bordadas en oro y plata, con chapetones incrustados. Animado cromatismo de pajes y de la guardia virreinal a caballo cerraba el cortejo. Con el crepúsculo (hacia las seis de la tarde) llegaron a Soacha. Después de acicalarse las señoras, sones bailables rompieron el aire: y entre paspiés y boleros, repiqueteados con castañuelas, llegó la hora del yantar. Al día siguiente, visita al salto de Tequendama, refacción en el Almorzadero y regreso a Soacha, en donde el propio Camacho habría sufrido sonrojo por cicatero. Para el tercer día se reservó la excursión a Piedrancha, sobre la que se bai- lÓ el minué; por la tarde, rebosantes de optimismo, mayor por el futuro que por lo pasado, regreso en caravana a la capital. Historiadores y cronistas recogen este episodio: les cho- ca su esplendidez, pero les fascina su alcance político. El nuevo mandatario de la corona parecía empeñado en disi- mular su rango tras la franqueza del compañero y del amigo. Y su bella consorte, celebrada como “la mujer más linda de su tiempo”, enaltecía con su noble sencillez el encanto de la pareja virreinal. Doña María de la Paz era gaditana, hija de los marqueses de Casa Enrile, don Jerónimo de Enrile y Guerci (oriundo genovés) y doña María Concepción Alcedo y Herrera. Su marido, don José de Ezpeleta Galdeano, Dicasti- llo y Prado, después de haber servido en Argel (expedición calamitosa de 1775) y de haber gobernado el presidio de Panzacola (a. 1781) en la Florida, y todas las armas en Nue- va España, había recalado en La Habana, como capitán general de Cuba y conquistado su mano nupcial. Hermano ilustre de doña María de la Paz fue el mariscal de campo y comandante de la escuadra expedicionaria a Caracas (a. 1815), don Pascual de Enrile y Alcedo, digno de memoria por su colaboración con el teniente general don Pablo Mori- llo en la efímera reconquista del Nuevo Reino de Granada y en el oportuno rescate y remesa a España del inmenso teso- ro (103 cajones) de la “Expedición Botánica” de Mutis, a punto de ser arrebatado por un comisionado extranjero. Don José de Ezpeleta pudo lucir en la boda, con el lustre de su apellido, los entorchados de brigadier y la cruz de caballero sanjuanista. Navarro por los cuatro costados, mas no por su cuna. Hijo del pamplonés don Joaquín de Ezpeleta y Dicastillo, capitán de infantería del regimiento de Castilla, y de doña María Ignacia Galdeano y Prado, olitense, nació en Barcelona el 24 de enero de 1742, según se comprueba por la partida que copié en el archivo catedral: “Dit dia, mes y any en la Seu de Barna. por dit Dr. Ribas (Joan) fonch batejat Joseph Emanuel Ignasi Thimoteo, fill lei gt. y natur. de Dn Joaquín de Espeleta y Dicastillo, Capn. del Regimt de Inf* de Castilla y de Dña. Maria Ignasia de Espeleta y Gal- deano y Prado, conjus. Fou padrí Dn Anton de Orobio, Thi- e del Regit. de Cavalleria de Montesa, tots habitans en arna”. Don Joaquín de Ezpeleta Dicastillo, Amatriain, Rada y Goñi era señor de Beire, de San Martín de Unx, de Undiano y de la torre y castillo de Cintruénigo; de los palacios de cabo de armería de sus apellidos; y merino mayor y alcaide perpe- tuo, por juro de heredad, de la merindad y reales alcázares de Olite: títulos y señoríos que heredó su segundogénito José Manuel, por muerte, sin sucesión, de su hermano mayor. peo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz