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Cádiz con el Dr. Rieux; el agregado a la “expedición botáni- ca” Francisco Antonio Zea, que llegó a ministro del interior con José Bonaparte y a vicepresidente de la república de Colombia; propuso desde Londres el plan de una Common- wealth hispana, que fracasó por culpa, al menos parcial, de la corte española. No es mucho pasaran estos reos unos años sin recibir la sentencia absolutoria, pues que llegaron a sorprenderse nuevos hilos de la supuesta conjuración. Pero en el año 1799, el de su plena libertad, había que disipar hasta la sombra de hostilidad con lo francés. A 3 de enero de 1797, después de haber dispuesto con los munícipes de Santa Fe el ceremonial solemne para la recepción del nuevo mandatario, resignó Ezpeleta su bastón de mando en don Pedro Mendinueta y Múzquiz. El historiador Manuel Groot le despide con este ditiram- bo: “Este magistrado Íntegro e ilustrado, que tanto interés tomó por la felicidad y verdadero progreso de Nueva Grana- da, fue generalmente apreciado y generalmente sentido. Nadie tuvo una queja que dar cuando... el juicio de residen- cia... Ninguno se presentó quejuso y sí todos pesarosos por el retiro de tan cumplido mandatario, que habrían querido conservar por los días de su vida”. CAPITAN GENERAL DE CATALUÑA Con cierto anacronismo podría llamársele virrey; pero Felipe V suprimió ese título en el principado de Cataluña por su decreto de nueva planta. Ezpeleta no cesó a petición pro- pia ni por descontento de la metrópoli en su mando del Nue- vo Reino de Granada, sino por haberse cumplido el plazo. En el documento de cese del uno y promoción del otro concu- rren tres ilustres navarros: don Pedro Mendinueta y Múzquiz que sucede en el virreinato a don José de Ezpeleta y Galdea- no; y don José Miguel de Azanza, ministro de estado y futuro virrey de Nueva España, que firma la real orden en Aranjuez a 14 de enero de 1796. Embarcó Ezpeleta en la fragata “Elena” que en 30 días cruzó el Atlántico desde La Habana a las costas españolas; pero cuando enfilaba la bahía de Cádiz, un navío y una fraga- ta ingleses les obligaron a abandonar la embarcación. Ezpe- leta se salvó de caer prisionero en un bote de amarre. Perdió buena parte de sus caudales. Apenas repuesto de sus fatigas se le nombró para la presidencia del consejo de Indias, en donde se venía trami- tando la causa de los conspiradores neogranadinos. Por real cédula de 13 de agosto de 1797 creóle Carlos IV conde de Ezpeleta de Beire. Ascendido a capitán general y director del arma de artillería, sucede al conde de Santa Clara en el gobierno y capitanía general de Cataluña. Tomó posesión el 11 de febrero de 1808, dos días después de que el general Guillaume Philibert Duhesne, “Commandant en chef le Corps d'Armée des Pyrenées Orientales”, entrara en el princi- pado al frente de 4.000 hombres. Ezpeleta, que ignoraba los motivos de aquella invasión pacífica, intimó al francés el retroceso o por lo menos un alto en su avance, hasta recibir consignas de Madrid. Parece que el propio valido, Manuel Godoy, quedó desconcertado por aquel asalto oriental. Para HS
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