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agosto. Responde Ezpeleta” “Y aunque son laudables los sentimientos que en esta ocasión manifiesta vuestra merced y ha insinuado al Cabildo de dicha Ciudad, como por una parte no ocurre en realidad motivo alguno lúgubre y por otra es preciso atender a que el festejo de los toros dimana de una inveterada costumbre, cuya interrupción disgustaría inú- tilmente al vecindario, permitirá vuesa merced desde luego que se corra como siempre que se ha hecho; y al efecto comunicará v. m. la orden conveniente, alzando la referida prohibición”. Cuando por razón de dicha guerra apeló el virrey al “do- nativo voluntario”, a tenor de las reales órdenes de 27 y 30 de marzo de 1793, el pueblo neogranadino sintióse genero- so. La misma provincia de Darién con ser “el miembro más extenuado del cuerpo virreinal”, acudió con varias ofertas, a ras de sus posibilidades, “para sostener el decoro de la Reli- gión, el honor de las Armas y la Gloria de la Nación”. Sabina Arriola, vecina de Chepigana, contribuye con dos pesos; el gobernador de Darién, Francisco de Ayala, con 200 pesos anuales, mientras dure la guerra; y algunos de sus celosos subordinados se comprometen colectivamente con 981 pesos anuales por el mismo tiempo indefinido y entre- gan por el momento 47 pesos y 4 reales; 20 pesos por una vez entrega el cura doctrinero de Pinogana y no más por la miseria en que vive; y 46 el cacique de Yaviza; el pardo Pedro Antonio de Ayarza, capitán de milicias, entrega de una vez todo su sueldo y promete toda su paga “siempre que sea necesario ponerse a servicio con su compañía”; varios capi- tanes de indios con sus caciques llegan a ofrecer, cada cual, 24 pesos anuales durante el tiempo que dure la guerra; y ofi- ciales, cabos y soldados contribuyen con parte de su sueldo. Diversos vecinos de Panamá ofrecen hasta 2.306 pesos anuales colectivamente, mientras su municipio se compro- mete a otros 300, lo mismo que el comandante general y brigadier don Antonio Narváez; su alférez real y administra- dor de la real renta de tabacos, 160 pesos cada año, y en caso de que fuera atacada la plaza de Panamá, 200 reses vacunas para su abastecimiento. Cuando los virreyes Ezpeleta-Enrile visitan el santuario nacional de Chiquinquirá, los padres dominicos que son sus guardianes, distribuyen entre la comitiva 15 medallas de oro y varias de plata; pareció tan notable aquella efemérides del 3 de agosto de 1790 al cronista fray Andrés Mesanza que lo consignó en su monografía “Nuestra Señora de Chiquinqui- rá”. La basílica actual se reconstruyó según los planos del arquitecto capuchino fray Domingo Petrés, que proyectó asi- mismo la catedral y el observatorio astronómico de Santa Fe de Bogotá, en los días de Ezpeleta-Mendinueta. SINTOMAS DE DOLENCIA POLITICA La petición formulada por los colegiales de San Bartolo- mé revela a todas luces nuevas inquietudes en las aulas uni- versitarias. No fue aquél un estallido espontáneo; las explo- siones suceden a la acumulación soterrada de material incandescente. En tiempo del virrey Guirior había provocado un primer choque el profesor de matemáticas en el colegio a A

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