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LABOR CULTURAL Un busto de mármol de Carrara, que efigia a don José Ezpeleta y Galdeano, preside las sesiones de la academia colombiana de historia en Bogotá. Lo esculpió Pietro Tene- rani, neoclásico como sus maestros Thorvaldsen y Canova, célebre por sus monumentos en bronce y mármol al Liberta- dor Bolívar, como el de la plaza mayor de Bogotá o el del panteón de los héroes en Caracas (a. 1843). Los “inmorta- les” rindieron a su protector, con el busto en mármol, un homenaje más significativo que los hijos de la patria a su virrey con la mencionada inscripción colectiva. A impulso y a expensas del virrey Ezpeleta comenzó a publicarse, el miércoles 9 de febrero de 1791, el “Papel Periódico” de la ciudad de Santa Fe de Bogotá, que, a partir del segundo número, fue apareciendo todos los viernes. Fue su director don Manuel Rodríguez del Socorro, carpintero, natural de Bayamo (Cuba), autodidacta y tan leído que Ezpe- leta se lo trajo en su séquito para director de la real bibliote- ca de Bogotá, fundada por el virrey Guirior (Temas de Cultu- ra Popular n.? 143). Ezpeleta logró enriquecerla con nuevas adquisiciones. Y don Manuel del Socorro, que desempeñó su cargo por espacio de 30 años, hizo de ella un gran centro de irradiación cultural. En ella se abrió, al amparo del virrey Ezpeleta, una Tertulia Eutrapélica, no menos política que literaria. Por los ingenios que a ella concurrían (“la genera- ción de los grandes destinos”) bien puede considerarse no rival sino aliada del “Círculo Literario” que en su casona habilitara Antonio Nariño a ejemplo de los casinos venecia- nos. En este ambiente cultural salta a la palestra el “Papel Periódico”, mitad noticiario y mitad información cultural. Mutis publicó en él una serie de estudios de capital interés con el título de “El arcano de la quina”. Dos hechos confirman la intervención directa del virrey: el propio Ezpeleta remitió a la sociedad académica de aman- tes de Lima, editora del “Mercurio Peruano”, 21 números del “Papel Periódico”. Le respondieron un tal Hermágoras y el secretario de dicha entidad, José María de Egaña, “con las más reverentes gracias” por la remesa y “por las expresio- nes con que se digna honrar el Mercurio, asegurándole que si en todas sus partes logra agradar a V. E., esta satisfacción la tenemos como suficiente para compensar nuestras tareas y disipar los inmensos disgustos que nos ha acarreado su publicación”, parejos a la del periódico santafereño, que les pareció digno de la mayor estima. El segundo hecho que muestra esa intervención directa del virrey se cifra en su desaparición con el cese virreinal de Ezpeleta (a. 1797), según expresan estos dos endecasílabos del soneto de despedida: Por cumplir con la ley de la obediencia Te pusiste a escribir, oh pluma mía... Se publicaron 270 números. Hay quien elogia a Ezpeleta como fundador del periodis- mo americano; encomio hiperbólico, porque no faltaron pre- cedentes, aunque de vida efímera; mas no tan decisivos en 5 formación de la mentalidad criolla, como el “Papel Perió- 00. Colaboró Ezpeleta con el arzobispo Martínez Compañón en revitalizar el monasterio de la enseñanza, fundado por ii

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