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y cuidador de ganado; Ramón Ponce, español, natural de Libitaca, comandante y custodiador de pólvora y balas; José Hunda, español, natural de Cuzco; Manuel Galleguillos, español de Arequipa, asesor; Patricio Noguera, español de Purimana, primo del rebelde; Esteban Vaca, español del Cuzco, fundidor; Blas Quiñones, mestizo de Tinta, confi- dente; Mariano Castaño, español de Huencavelica, sargen- to mayor; Andrés Castelo, capitán; Felipe Mendizábal, ca- pitán; Isidro Poma, comandante y cacique; Ursula Pereda, criada del rebelde; Miguel Zamalloa, capitán; Pedro Mendi- gure, capitán; Cecilia Tupac Amaru, media hermana del rebelde; Manuel Quiñoes, capitán; Pascual Mancilla, Ma- nuel Ferrer, Rafael Guerra, Antonio Valdés, Lucas Herrera, Francisco Herrera, Mateo Avellaneda, capitanes; Jerónimo Andía, portero; Lucas Colqui, cacique de Pomacanche, comi- sario y alcalde; Francisco Torres, confidente y comisionado en varios asuntos; José Manuel Yepes, esclavo del cura (don Vicente) de Pomacanche; Antonio Oblitas, esclavo y estrangulador de Arriaga; Pedro Pablo, esclavo de don Manuel Tagle; Miguel Landa, esclavo de don Tiburcio Lan- da que murió en Sangarará al lado del corregidor Cabrera. Desde tiempo anterior se hallaban en las cárceles del Cuzco, Mariano Banda, español de dicha ciudad, escribiente de Arriaga y después, del rebelde; José Esteban de Es- carcena, natural de Arequipa y también escribiente de J. G. Condorcanqui; Francisco Castellanos, que trajo los edictos y convocatorias del rebelde a la ciudad de Cuzco; Dionisio Medrano, Jacinto Inquillupa, cacique, de la parro- quia del Hospital de Cuzco, acusado de traidor. En bata- llas o en horca habían muerto algunos otros jefes como Tomás Parvina de Colquemarca, indio, capitán y justicia mayor por el rebelde en la provincia de Chumbivilcas; Fe- lipe Bermúdez, español de Cuzco, cajero que fue de Arria- ga y después, secretario, comandante general y uno de los cinco principales que constituían la Junta privada del rebelde; Pomaynca, cacique de Quiquijana, justicia mayor de ella por el rebelde, más otros 60 que mandó ahorcar Del Valle en la ciudad de Tinta el 8 de abril por cómplices; más los que la Junta de Cuzco había ajusticiado antes de que llegaran Areche y Del Valle. Según puede apreciarse, el número mayor de arresta- dos fue de criollos y caciques, por más responsables en razón de su cargo o de su cultura; y con ellos, algunos es- clavos negros por juzgarse más grave su infidelidad, como más directamente vinculados a sus dueños. No eran éstos los únicos rebeldes principales. Por las provincias del Collao, por las bravías punas desde Oruro, La Paz y Sicuani, continuaban sus matanzas y sus saqueos, con mucha mayor fiereza que los indios de José Gabriel Tupac Amaru, las hordas de Diego Cristóbal y Mariano Tupac Amaru, de Andrés Mendigure, de Julián Apasa, de Dámaso y Nina Catari. LA SENTENCIA DE ARECHE Don Benito de la Mata Linares, oidor de la Real Audien- cia de Lima, hábil y diligente jurista, logra acumular un arsenal ingente de datos, que más que la culpabilidad de los reos, bien patente por su rebeldía en armas, ponen So,

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