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dra del comandante don Antonio Vácaro, capitán de fragata; pero aquella escuadra, surta en Talcahuano (al norte de Concepción) y tripulada en buena parte por.vagos y malean- tes reclutados en la frontera por Ambrosio de pp constaba apenas de cuatro leños: $ navíos Santiago de América, el Peruano y San Pedro de priaro, in guta Santa Paula y la urca Nuestra Señora de Montserrate; los cuales se fueron > go por los empeños del ÓN Jáuregui, la goleta Princesa de Aragón, muy bien construida, aparejada de paquebot, y los mercantes, armados en gue- rra por cuenta de la Real Hacienda, el Aquiles, el Aguila, el , el Diligente, arrendados a sus particulares due- ños. ¡Qué suspiro de alivio dejó escapar en su Relación don Agustín de Jáuregui y Aldecoa cuando se firmaron las pa- ces (Versalles, 1783)! De toda la escuadrilla de don An- tonio Vácaro, apenas si el San Pedro, el Peruano y el Santa Paula eran capaces de hacer la ruta de Cádiz «con las caudales y frutos de este Reyno» y no sin antes care- narlos, Comenta un historiador que sólo sirvieron aquellas naves de sangría del erario y de pesadilla al gobierno, por la terquedad y arrogancia de su comandante. A estos cuidados, que sega compartió con los más expertos ingenieros y hombres mar, vinieron a. sumarse los de reorganización y reforma de las diversas armas y del cuerpo de milicias. A su hijo Tomás, teniente coronel de caballería, nombró gobernador interino del Callao, cuyo gla- cis mandó completar, defendiéndolo con fuerte empalizada de los caprichos de la movediza arena. Por orden suya, el maestre de campo, don Ambrosio Higgins (así se firmó siempre) montó, asesorado por el coronel de ingenieros don Leandro Baradán, una batería de diez cañones en el puerto de la Concepción y otra en el de Talcahuano y construyó el que denominó fuerte «Gálvez», en honor del secretario de Indias. Y no sólo se afanó Jáuregui en atender las plazas de Chile y Perú, sino las demandas que le llovían desde Mé- xico y Guatemala. Hubo para ello de emplearse con esme- ro en reactivar la fundición de cañones y la fabricación de pólvora, rejones y fusiles. Remitió a Santiago y a Valdivia cien mil pesos y quinientos fusiles, doce mil quinientas piedras y tres quintales de pólvora; a la isla de Juan Fernández, cincuenta morenos libres de Lima con otros tantos fusiles; al presidente de Guatemala, don Matías Gálvez, hermano del secretario de Indias, cien mil pesos y 400 espadas; al virrey de Nueva España, don Martín de Ma- yorga, varios cañones con sus cureñas; para avío de la fragata San Fernando de Nueva Galicia anticipó 701.854 pe- sos. Gastó en atenciones de la escuadra, incluidas las nó- minas del personal, 2.317.319 pesos, a lo largo de su virrei- nato. Por endebleces de la escuadra surta en Talcahuano o por dureza de su comandante, no pudo llevar a cabo la empresa de reivindicación nacional que se le reclamaba desde la Corte: enviar una expedición a la isla de Otaheti (Tahití), no por razones estratégicas, sino «con el fin de restablecer en ella la inscripción española que quitó el capitán Cook el año de 1777, borrando la inglesa y tam- bien para bolber a erigir la Misión que hubo antes». Al descubrir los españoles la isla de Tahití, en el archipiélago Sociedad, plantaron unas cruces en que se inscribió el descubrimiento en nombre de España. El capitán Cook, en la expedición que hizo el 1777 (12 de agosto) arrancó aque- llas cruces y en su lugar dejó grabado que quien la visitó e O

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