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UN CENSO NOTABLE Más que de político genial viene dando pruebas don Agustín de Jáuregui de honrado y pundonoroso adminis- trador. No hay que desorbitar los términos atribuyéndole una prosperidad mercantil que en buena parte se debió a las medidas, progresivamente liberadoras, que fue to- mando el gobierno de Carlos lll. Aunque careciera el suelo chileno de aquellos productos tropicales tan codiciados en Europa, como el algodón, cacao, azúcar, cochinilla, café, añil, la libertad comercial con los virreinatos del Perú y de Buenos Aires (creado en 1776) dio gran empuje a la ex- portación de su riqueza agrícola y pesquera. Fue muy estimado el tollo en salazón, del cual pidieron muestras masivas desde la Corte al gobernador Jáuregui, por la aplicación que pudiera dársele en los largos periplos de la armada española como sustento de su tripulación. A estos requerimientos pueden achacarse ciertas medidas res- trictivas dictadas por el gobernador de Chile. Por razones militares acometió Jáuregui otra obra que han elogiado comúnmente los historiadores: el censo o empadronamiento general, que le serviría de base para calcular el número aproximado de milicianos que podría proporcionar cada distrito o partido. Se redujo, sin duda por falta de tiempo, al obispado de Santiago, desde Ata- cama al río Maule. «Por deficientes que sean los datos del censo de Jáuregui y por más que no sea posible pres- tarles confianza sino con reserva, son preferibles a los que se hallan en otras relaciones y memorias de aquella época. Es un esfuerzo que hace honor a la administración que lo inició y lo ejecutó» (B. Arana). REFORMA MILITAR No por espíritu ordenancista, sino por conciencia pro- fesional buscó Jáuregui, durante toda su gobernación ame- ricana, garantizar la defensa exterior y robustecer la se- guridad interna. El estado de guerra rota o de guerra in- minente y el temor de perturbaciones, en el primer mo- mento más sociales que políticas, le impulsaron a la re- organización del ejército regular o de línea y a la rees- tructuración de los cuerpos de milicias, iniciada por el que, antes de ser virrey del Perú, don Manuel Amat, había ejercido la capitanía general de Chile. _ Fijó en Concepción un batallón de infantería de 700 hombres y en Valdivia otro de 500; dos compañías de artilleros con 100 hombres; un cuerpo de dragones de frontera con 400, más una asamblea veterana de oficiales y sargentos de caballería para disciplinar las milicias. Con los otros cuerpos agregados, más los auxiliares cirujanos, capellanes, armeros y tambores, quedó fijado el ejército permanente de Chile en 1.90 hombres, cuyos sueldos, apenas modificados desde 26 de abril de 1703 (Felipe V), se acrecentaron proporcionalmente. Carlos lll aprobó el plan de Jáuregui por real orden de 4 de enero de 1778. El régimen de estos cuerpos, y el sistema de ascensos, montados al modo del ejército metropolitano, se conservó inalterable hasta la independencia americana. só so

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