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TOMAS DE BURGUI Amigo lector: Si has recorrido la avenida de Marcelo Celayeta, podrás ver al final la calle de Tomás de Burgui con la Travesía del mismo nombre. Se trata de un roncalés que quiso ser grande, pero de un modo diverso al de su paisano Pedro Navarro, conde de Oliveto, Cada uno sigue su camino, porque existe un egoís- mo saludable, y una clase de orgullo digno de todo encomio. No sabemos si Tomás de Burgui fue un niño prodigio. Más bien desconfiamos de los niños prodigio, pues sucede con frecuencia que llegan a mayores, dejan de ser prodigios y siguen siendo niños. Lo que sabemos es que fue prodigio en diversos es- tudios, gran predicador, amante de su terruño, buen escritor, con una memoria gigante y una difícil facilidad de asimilar las ideas más avanzadas de su tiempo, junto con una hu- mildad y sencillez, tipo Juan XXII!. Nuestro biografiado era un talento escondido que se fue desarrollando al vivir en un ambiente de estudios superiores. Tampoco fue de mucha salud, pues murió a los 53 años, De- bió cuidarse para ser útil a los demás y cumplir con sus obligaciones, pues nunca se debe descuidar la naturaleza humana y lo natural, ya que sobre ellos se asienta lo sobre-

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