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otros. Ya tenía experiencia, cuando el obispo anterior, mon- señor Miranda y Argaiz, le nombró delegado para la refor- ma del monasterio de religiosas agustinas llamado Sancti Spiritus, en Puente la Reina; el delegado debía actuar en lo espiritual, político y económico, modernizando las cons- tituciones. Floreció de nuevo la vida espiritual en el monasterio, de manera que vino a ser uno de los conventos de clau- sura más buscados y solicitados por las jóvenes que se sentían con vocación al estado religioso. La gestión del P. Burgui fue satisfactoria por su piedad y su diplomacia, contentando al obispo y a las religiosas, suceso muy raro, por ser ellas doblemente caprichosas, por mujeres y por monjas. En años anteriores a la expulsión de los jesuitas, los capuchinos navarros trabajaban en los ejercicios espiritua- les; una vez expulsada la Compañía, el definitorio provin- cial autorizó al guardián de Pamplona para destinar un lo- cal del convento a las personas que deseaban hacerlos. Después de la expulsión de la Compañía, monseñor lri- goyen instó a los capuchinos y a los franciscanos de Za- po y Olite, para predicar ejercicios a los clérigos de su iócesis, SAN MIGUEL IN EXCELSIS Esta obra fue trabajada a ruegos de monseñor Irigoyen, quien la hizo imprimir a sus expensas. Siendo prior de Ve- late era un gran devoto del arcángel, había colaborado a la factura de la actual imagen en 1756 y quiso que hubiera un Manual de Cultura Popular sobre San Miguel, encargan- do al P. Burgui su redacción. En medio de sus ocupaciones sacó tiempo de lo imposi- ble, sin dispensarse de asistir al oficio divino de día y de noche. El exceso de trabajo fue causa de un surmenage gigantesco del que no pudo salir a flote, a pesar de los médicos y de las visitas de monseñor Irigoyen, A pesar de su agotamiento, su voluntad se imponía; ha- bía prometido entregar el libro sobre San Miguel, y lo dic- taba desde su lecho de enfermo al P. Oñate, entonces es- tudiante, quien le hacía de amanuense, como se lee en la dedicatoria del P. Burgui a monseñor Irigoyen. A sus rue- gos se le administraron los sacramentos en perfecto uso de sus facultades, dejando a un lado médico y medicinas. El trabajador del Evangelio dejaba este mundo el 1. de no- viembre de 1774, habiendo terminado su libro sobre San Miguel in Excelsis, representado como Príncipe Supremo de todo el reino de Dios en cielo y tierra, como protector excelso aparecido en el reino de Navarra... En medio de sus actividades encontró tiempo para dar gusto a su pre- lado. En la aprobación de la obra decía el P. Urtasun: «La obra del P. Burgui mereció ver la luz para la pública utili- dad, honor de su nación, Navarra, y gloria de su Orden». Podemos dividirla en tres sectores: 1) Naturaleza de los ángeles y sus prerrogativas... gracias y dones del príncipe San Miguel. 2) El caballero de Goñi, su asombrosa penitencia y la aparición del glorioso arcángel. E

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