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AAA A AA IA a E CARGOS Y CARGAS El 25 de septiembre de 1767 tuvo lugar el capítulo pro- vincial de Navarra-Cantabria, siendo elegido provincial el P. Francisco de Rincón de Soto, ex lector de teología, y de- finidores los PP. J. Félix de Los Arcos, Esteban de Vera, Tomás de Burgui y Pedro de Los Arcos; estos dos últimos son los antiguos contrincantes para la cátedra de artes de Tafalla en 1752, de los que ya hicimos mención en páginas anteriores. En 1768 se celebró en todos los conventos la exalta- ción a los altares de dos hermanos capuchinos, San Se- Frias de Montegranario y Bernardo de Corleón, los dos ita- ianos, Comenzaron los festejos en Pamplona el 25 de septiem- bre; la misa fue en la catedral y en ella predicó el P. To- más de Burgui «con tal propiedad, eficacia y energía, que llenó la expectación del concurso innumerable». (Catálogo de Capítulos, pág. 180). Siguió la fiesta por los demás conventos; aparece el de Tafalla con sus fuegos artificiales y en buena compaña con los franciscanos de la observancia, que actúan en el segundo día de fiesta; el cabildo asiste a las vísperas y a la misa. Se enciende una hoguera y es acompañada de un pellejo de vino a discreción, Por la tarde el ayuntamiento envía recado para que las dos comunidades asistan a la novillada; los dos guar- dianes al balcón municipal, y los demás religiosos a los balcones de la familia Landívar. En Fuenterrabía se celebró la fiesta el 16 de octubre: Se llevó desde la parroquia el trono de plata maciza enviado desde México a la Virgen de Guadalupe por un devoto on- darrabitarra; al ayuntamiento y el cabildo costearon la mú- sica (compuesta por el maestro de capilla de San Sebas- tián), los clarineros con sus clarines trompas, violines, el organista de Pasajes y dos tiples, dando para todos ellos, la ciudad y el cabildo 50 pesos contando además con el órgano de Guadalupe. JESUITAS Y CATECISMO Hasta nuestros días se enseñaba en las escuelas el Catecismo del P. Astete, S. J. Al acercarse el año 1767, año de la expulsión de la Compañía, y realizada la expul- sión, se temió que el gobierno de Carlos Ill prohibiera el Catecismo, como prohibía todo libro escrito por jesuitas. El P. Tomás diseñó otro basado en el P. Astete. Es de su- poner que el prelado monseñor Gaspar de Miranda y Ar- gaiz se lo había ordenado, pero la prohibición no se llevó a efecto y siguióse enseñando el Astete hasta nuestros días. Como consecuencia no se publicó el del P. Burgui. Dom Bosco, que había recibido en su oratorio de Turín a los jesuitas expulsados del Piamonte, hasta ponerlos en el extranjero vestidos de paisano, emite su opinión: «Cuan- do se prepara una persecución contra la Iglesia, los prime- ros cañonazos se disparan contra la Compañía de Jesús, los Granaderos del Papa. Después la emprenden los enemi- ma
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