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+ E med: DE Lerín, ocupando la sagrada cátedra el P. Tomás de Burgui, que llamaba la atención por su saber, su vida íntegra, estricto para sí mismo, ancho y flexible para los demás. Veamos la vieja crónica: «El convento estaba situado al lado de la puerta de la muralla que mira hacia Larraga. Mientras se construía, vivían los religiosos en la basílica de la Virgen Blanca... Para la función llegó toda la música de la capilla de Falces, que se ofreció a asistir de limosna a súplica del padre guardián del convento, y a disposición y permiso del chantre y del cabildo de la parroquia de Falces. Llegaron éstos a las cinco y media de la tarde del 8 de septiembre para la inauguración del día siguiente. En esa misma tarde cantaron Salve y villancico muy solem- nes con dos violines, bajón y bajoncillo, y oboe y el órgano de Ntra. Sra, de la Blanca, que estaba ya preve- nido en el coro; y luego inmediatamente se encendió ho- guera, y se echó buena porción de voladores, y por remate, una rueda de tres cuerpos que se disparó con el mayor luci- miento... En la traslación del Santísimo desde la basílica del convento, se tocó el arpa, además de los ya citados instrumentos. Entonó la música su solemne Misa del Sa- cramento, con variedad de villancicos de mucho primor. Predicó el sermón el P, Fr, Tomás de Burgui, Lector de Artes, acomodándose al enlace de todas las circunstancias de la solemnidad con la mayor destreza y habilidad». FLORECILLAS FRANCISCANAS Una escena del primitivo franciscanismo, como si dijé- ramos, «una juniperada». Y esto sucede mientras el P. Bur- gui es profesor de artes en Tafalla. Hay una familia de bienhechores que no conoce al P. Tomás y desea cono- cerlo y saludarlo. Nuestro amigo ha urdido su estratagema; desea pasar inadvertido de todos, como lo es en su as- pecto exterior: mucha sencillez, estatura mediana, salud es- casa, un cuerpo magro en el que todo se vuelve estudio y entendimiento, Elige por compañero al más robusto de sus discípulos, fray Lucas de Arróniz (en el siglo Manuel Roldán Hermoso de Mendoza). En la visita el estudiante dirigirá la conversación, será el P. Burgui. Es como decir: tú serás yo, y yo seré tú. Urdida la estratagema, se ponen en camino, llegan a la casa mencionada, y el estudiante se despacha a las mil maravillas. El P. Burgui se mantiene callado, con pocas pa- labras, de modo que todos creen que se trata de un novi- cio o de un estudiante. El estudiante habla como ribereño que piensa en voz alta, despacha los vasos de agua fresca con bolados y bizcochos bañados, declamando y braceando como molino de viento, aunque nunca se vio un molino de viento accio- nado por agua. Todos los saludos y cortesías van dirigidos a Hermoso de Mendoza, mientras que para el otro quedan unos pocos cumplidos; ya habían oído los de aquella familia que el P. Burgui era un gran orador, y ven que hace honor a su fama por su conversación, declamación, buena voz, pre- sencia y cuanto se busca en los oradores. Llega la hora de la despedida y se descubre el quid de ia

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