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los ministros Carvajal y el marqués de la Ensenada, que reconstruyó nuestra marina; y, a base de la paz, se impul- saron la agricultura, la industria y el comercio, dejando un superavit de trescientos millones de reales, algo descono- cido desde tiempos pasados. El libro del Eclesiastés personifica al rey Salomón en sus últimos días en una completa revisión de vida, anali- zando su pasado de una manera reflexiva, buscando los principios de luz y de esperanza, Llega a la conclusión de que la felicidad no consiste en la riqueza, que todo es insuficiente para asegurar la felicidad aquí abajo, que sólo puede procurarla el temor de Dios, la observancia de la ley y el disfrute moderado de los bienes que ofrece la Providencia. Fray Tomás, al llegar a la aplicación final dice así: «Nuestro amado y pacífico rey Fernando, como instruido en la disciplina más alta, fue el católico Eclesiastés que pre- dicó este mismo desengaño en los últimos días de su — Pe A E a === A Ln rc E PE + a | Pn—. E SES POLLA — _. TI | | y A | 3 vida con aquella exhortación provechosa que hizo a sus fieles vasallos desde su cama», Es de advertir que Fernando VI perdió sus facultades mentales después de la muerte de su esposa Bárbara de Braganza y así permaneció un año entero, hasta morir en su palacio de Villaviciosa de Odón, cerca de Madrid, Por eso le aplica el P. Burgui el dicho del Eclesiastés: «Vanidad de vanidades y todo es vanidad». El censor mercedario acaba su censura en estos térmi- nos: «Es el orador tan ingeniosamente discreto que en el admirable texido que forma de sus virtudes, hace que halle la razón y el afecto, cabal motivo para el alivio con la memoria y recuerdo de lo mismo que es causa de su que- branto... Así lo consigue este elocuentísimo padre con tal primoroso acierto que a nuestro monarca difunto le re- roduce en cierto modo, para que si nuestro interés le lora muerto, el entendimiento le juzgue por sus virtudes vivo. Concluyo diciendo que esta oración fúnebre nada tie- e