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Con su saber y su preparación, fray Tomás no daba pan a sus alumnos, sino levadura; algo reconcentrado, después de haberlo meditado durante años, con una gran memoria, un entendimiento nítido y un exterior sencillo y nada aparatoso. Porque hay tres cosas que echan a perder al hombre y más al profesor: Tres muchos y tres pocos: Mucho gastar y poco tener. Mucho presumir y poco valer. Mucho hablar... y poco saber. El hombre de mucha vida espiritual o de mucho estudio nunca será un soñador ocioso o una momia totalmente inmo- vilista. Para él el tiempo es un tesoro móvil que conviene apresarlo y utilizarlo, Dirigió a sus alumnos por los nuevos rumbos, encauzan- do sus mentes y adaptando los viejos métodos a los descu- brimientos de su tiempo, inculcando la idea de Dios, la ver- dadera, distinta de la presentada por las escuelas filosóficas de moda, pues no podemos conocer lo infinito directamente, porque lo único que conocemos de infinito es el cálculo in- finitesimal... Bellamente se deslizaban sus clases con gran empeño y admiración de los alumnos, cuando recibió un aviso de sus suneriores para que se presentara en Pamplona, debiendo preparar en muy poco tiempo la oración fúnebre del conde de Cages, capitán general y virrey de Navarra, gran amigo de los capuchinos, a quienes había conocido en las campañas de Italia como capellanes del ejército. Falleció en Pamplona el 31 de enero de 1753. VENTURAS Y DESVENTURAS DEL CONDE DE GAGES Nacido en Mons (Bélgica) el 27 de diciembre de 1682, siendo estudiante de derecho ingresó en las guardias walonas al servicio de Felipe V de Borbón a los 20 años. Después de diversas campañas en Italia, ascendió a general y mandaba la tropa española en Velletri aliada de los napolitanos, y en Trebia (Piacenza) aliada con los franceses para colmar los deseos de Isabel Farnesio, que pretendía dejar a cada uno de sus hijos un reino o un ducado. El 16 de junio de 1746 llegó una orden de Madrid para ata- car a los austríacos, pasando sobre el general conde de Ga- ges. Se realizó el ataque en las horas de la noche, pero el jefe tudesco Liechtenstein había recibido un aviso y estaba esperando la irrupción nocturna. Los resultados fueron catas- tróficos según la estadística de Gages. Más de cinco mil muertos, otros tantos heridos y gran cantidad de desapare- cidos. Así fue la batalla de Trebia. No sería extraño que el cardenal Albani y el abate Troisi fueran los informadores del general tudesco, ya que el mis- mo cardenal aconseja usar del correo pontificio en sus co- municaciones, para no ser registradas por los españoles. Con este derrumbe moral y material, el de Gages (Juan Buenaventura Thierry du Mont) renunció a sus cargos y car- gas y se volvió a España. Al mes siguiente moría Felipe V, sucediéndole Fernando VI, quien premió los servicios del militar belga con el toisón rn
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