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Según las crónicas aducidas no se trataba de elegir entre lo bueno y lo malo, sino entre lo bueno y lo mejor. La vota- ción unánime a favor del P. Burgui nos indica que poseía un claro entendimiento y una memoria prodigiosa. Libro que leía, lo podía repetir en sus conceptos, no sólo de ciencias ecle- siásticas, sino también de derecho civil, de medicina, y, es- pecialmente, de ciencias exactas. Si examinamos la preparación de ambos contendientes, el P. Los Arcos lo hizo por el método tradicional, conocido hasta entonces, siguiendo a Santo Tomás de Aquino. El P. Burgui también lo hizo por Santo Tomás, pero injertándole los conocimientos de ciencias naturales, de ciencias exactas, una especie de nuevo escolasticismo, que presentaba las cues- tiones de filosofía, artes y teología, más claras, más nítidas y más adaptadas a la mentalidad nueva que nos llegaba a través de los Pirineos. JUVENTUD... DIVINO TESORO El convento de Tafalla funcionó primeramente en las ca- sas de doña Jerónima de Ollacarizqueta y Sarría, adaptadas en lo posible, colgándose la campana de una de las ventanas; era un lunes de Resurrección, 22 de abril de 1658. Los reli- giosos, faltos le huerta, ocuparon uno de los jardines del pa- lacio real con el beneplácito del virrey de Navarra, conde de San Esteban, Ya en tiempos pasados don Gabriel de Amasa y fray Francisco de Pamplona habían intentado fundar en Tafalla, fallando tales iniciativas por dificultades con los superiores de Aragón. Por los años de 1666 se edificó el nuevo convento fuera de la ciudad, en frente del palacio real, con una huerta de ocho robadas y cinco almudes, según rezan las crónicas; to- do él se construyó de limosna, siendo inaugurado el 13 de mayo de 1669 por el P. Jaime de Corella, predicador del rey Carlos ll de Austria y ministro provincial de Navarra, dedi- cándolo a San Francisco, bajo la advocación de las Sagradas Ce 7 Hoy día el edificio, la huerta y la iglesia están ocu- pados por los padres Escolapios. Fray Tomás se encontró entre los jóvenes como en su ele. mento natural, tratando de encauzar, dirigir y modelar aque- llas mentes por los actuales cauces reformistas que nos llegaban del otro lado, sin perder el culto a las tradiciones. A fin de cuentas el joven mira al futuro, el hombre maduro al presente... y el viejo al pasado. Juntamente con los estudios, se formaban en Europa las escuelas del positivismo, del iluminismo, seguidas por los enciclopedistas. Había que distinguir el buen trigo de la ci- zaña; la juventud ansiaba novedades. Dios era un estorbo, o más bien lo admitían, pero El había dado sus leyes, vivía le- jos y el mundo caminaba solo. «Le monde va de lui-méme», Dios no era necesario, era un huésped desagradable, Tales escuelas y teorías se metían por toda Europa y era inútil prohibir sus libros, que se leían y se deseaban por ser fruta prohibida, En tales circunstancias el P. Burgui se dedi- có a preparar sus alumnos para el futuro, sin cerrar los ojos y oídos a cuanto sucedía en París y Versalles, que copiaban las demás cortes europeas como algo de buen tono.
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