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marchó a predicar el evangelio a los cadurcos. Los indí- genas paganos de la comarca le llamaron «Amator Rupium», amador de las rocas. De aquí nació después la voz Roc- Amador. Afirma una tradición que Zaqueo trajo consigo una mila- grosa imagen de la Virgen que él mismo había tallado en madera, y que pintó el evangelista San Lucas. Es la misma que hoy se venera en el santuario. El eremita pasó el res- to de su vida dando culto a esta sagrada efigie en una primera capilla que él edificó, pegada a la gran roca del Valle Tenebroso. El oratorio construido por Zaqueo vino a desaparecer al desplomarse sobre él una roca, siendo sustituido por la capillita actual. Muerto el ermitaño Amador, su cadáver fue enterrado en una sepultura excavada en plena roca, donde permaneció ignorado durante largos siglos, hasta que su cuerpo in- corrupto fue descubierto el año 1166, según afirma Robert de Torigny, abad de Mont-Saint-Michel, en sus escritos pu- blicados por los años 1183. El santo cuerpo fue entonces sacado de la sepultura y colocado honorificamente en la ermita de la Virgen, comenzando desde entonces los mila- gros obrados por Santa María, según quiere Torigny. El antiguo ermitaño comenzó a recibir culto popular con el nombre simbólico de San Amador. La revista francesa «Ecclesia», abogando en 1964 por un patronazgo para los espeleólogos y montañeros france- ses, se preguntaba: «Sait-on que Zachée, ce prince des publicains, celui-la méme dont parle l'Evangile (personnage qui ne fut ni canonisé ni beatifié) se retira en France, dans une grotte du Quercy?». Los relatos legendarios asocian a San Amador con San Saturnino, obispo de Toulouse, evangelizador del Midi y de Navarra, y con San Marcial, obispo de Limoges. La verdad es que se trata de tradiciones y leyendas que no tienen ningún fundamento histórico serio. Como ocurre en Navarra, también en Rocamador debió jugar papel decisivo en la formación de la leyenda el primitivo nombre de la peña, que los documentos del siglo XIl transcriben como «Rupes Amatoris» (la gruta de Amador), «Rocha Amatoris» (la ro- ca de Amador). AUGE DE LAS PEREGRINACIONES Parece segura la existencia de primitivos habitantes en este abrigo rocoso donde más tarde se harían fuertes los galos contra las legiones romanas. La existencia de dól- menes en la zona, concretamente en Padirac, abonan la hipótesis. Los orígenes del culto mariano en el santuario son muy oscuros. Se ha conjeturado sin pruebas históricas que la existencia del ermitaño Amador podría remontarse al siglo 1. Tal sostienen los defensores de las relaciones entre los santos Amador, Marcial y Saturnino. Pretenden otros que la presencia de las reliquias de santos en Ro- camadour puede deberse a que fueron transportadas desde Sainte-Marie-Pont-1'Abbé (Bretaña francesa), a raíz de las incursiones normandas del último cuarto del siglo IX, para ponerlas a salvo en las escabrosidades del corazón rocoso del Lot. Sería parecido a los traslados de reliquias por mon- is
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