BCCCAP00000000000000000001740

la ruta jacobea. Rocamador es nombre familiar de unas Vírgenes en Sangúesa y en Estella, a lo largo del camino jacobeo por Castilla y León, en Salamanca y en Sevilla. Los navarros sabemos pocas cosas del Rocamadour francés y de las filiales que la Virgen Negra tuvo en nuestra tierra ibérica. Intentaremos recoger aquí unos datos que nos ayuden a conocer a uno y otras, junto con las re- laciones especiales que unieron a Navarra con el san- tuario mariano del Quercy a lo largo de la historia. LA LEYENDA DE SAN AMADOR Es preciso situarse en el espíritu creyente, crédulo más bien, de la Edad Media, cuando florecen los cantares épicos, cuando surgen las vidas de santos como una nece- sidad de plasmar ideales de virtudes y milagros, y se buscan y se guardan sus reliquias, cuando se vive la co- mezón de atribuir los orígenes de las iglesias locales a la presencia de personajes directamente relacionados con el propio Cristo o los mismos apóstoles, y hay un real pu- gilato entre los monjes por atraer hacia sus iglesias a multitudes de devotos y donantes, con el reclamo de reli- quias de célebres santos. En esta Europa feudal, inculta y cristiana, van surgiendo sepulcros insignes a todo lo largo de los caminos que con- ducen a Santiago y a Roma. Los peregrinos podían visitar en Arles los cuerpos del bienaventurado San Trófimo, discí- pulo de San Pedro, el de San Honorato y otros muchos más. Las reliquias de María Jacobi, hermana de la Virgen, de María Salomé, madre de Santiago, y de su sierva Sara, recibían culto en Saintes-Maries-de-la Mer (Bouches du Rhóne). La imponente catedral de Vézelay era sepulcro glorioso de Santa María Magdalena, la cual llegó a la Provenza poco tiempo después de la Ascensión del Señor, desembarcando en Marsella con San Maximino y otros dis- cípulos de Cristo. Sus venerandos restos: fueron transpor- tados más tarde a Vézelay. Autun guardaba el cuerpo de San Lázaro, el hermano de Marta y María resucitado por Cristo, y Périgueux el del insigne mártir Saint Front, obispo consagrado en Roma por el apóstol San Pedro, lo mismo que San Saturnino, obispo y fundador de la iglesia de Toulouse y de la de Pamplona, venerado en la capital del Midi. En la ruta oc- cidental de París a Ostabat, las romeros visitaban en Orleáns el madero de la cruz en el templo dedicado a esta insigne reliquia, y la patena que Cristo empleó en la cena del jueves, en la iglesia de San Samsom. La cabeza de San Juan el Bautista recibía culto en Saint-Jean d'Angely, obrando grandes prodigios. Más al sur, en Saintes, multitudes de devotos honraban el cuerpo de San Eutropio, hijo del emir Jerges de Babilonia, cortesano del rey Herodes, convertido por Cristo, discípulo de San Pedro y evangelizador de Sain- tonge. En el abrupto roquero excavado por el Alzou, vivió y murió, según una tradición medieval, el propio Zaqueo el publicano. Cuando la Virgen subió a los cielos, apareciósele al antiguo publicano, indicándole ser su voluntad que hicie- ra vida eremítica en las Galias. Obedeció Zaqueo la orden y ji li

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz