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tinos del cenobio del Quercy establecieron en Portugal un priorato, como en Hornillos del Camino y como en tantos otros lugares. Los orígenes de esta fundación se atribuyen a un inci- dente acaecido durante el reinado del portugués Sancho !. Dícese que, con destino a Siria, había zarpado de un puerto de Inglaterra una armada. En ella viajaban varios monjes cluniacenses de Rocamadour. Sorprendida en su camino por una tempestad y empujada por los vendavales, la armada arribó a la costa portuguesa. El rey Sancho utilizó las naos para una campaña contra el Miramamolín de Marruecos y, en acción de gracias por las victorias obtenidas, donó a Rocamadour la mencionada villa de su reino. El priorato continuó dependiente del santuario francés hasta el si- glo XV en que fueron desposeídos de él los monjes roca- madorianos por Alfonso V, pasando a engrosar el patrimo- nio de la Orden de Santiago, convertido en una de sus en- comiendas. No fue menos generoso que su padre Sancho l, el rey Alfonso Il, de quien constan algunas donaciones hechas a Santa María de Rocamadour en 1223. La esposa del rey Dionisio de Portugal, Santa Isabel de Aragón, legó en su testamento, otorgado en Santarem, unos ornamentos y un cáliz a Rocamador: «Item, mando a Sancta Misericordia de Rocamador hunna vestimenta boa et hum calix con que cante un clerigo». En otro testamento hecho por la misma reina santa en Coimbra deja trescientas libras a la Virgen de Rocamador. De los textos no puede deducirse si el destinatario era un hospital o templo por- tugués dedicado a la Virgen bajo este título, como podía ser el de Sousa, o quizás uno desconocido en Santarem, o si por el contrario lo era el monasterio francés, como parece lo más probable, ya que en el caso contrario parece lo hubiera especificado. Según el escritor portugués Brandao, existieron en la nación hermana, lo mismo que en nuestra patria y en otras partes, cofradías bajo el título de Rocamador. Su misión más específica era el ejercicio de la hospitalidad en favor de los peregrinos y viandantes. Lisboa contó también con un hospital de este nombre. Por haber estado al frente de él muchos años, con el cargo de intendente, un religioso llamado Juan, dicho centro benéfico fue conocido popular- mente con el nombre de «Hospital de fray Juan». EPILOGO Cuando parecía que el Camino de Santiago había que- dado relegado al olvido, como vehículo portador de cultura y de peregrinos hacia el sepulcro del Apóstol Santiago en Compostela y como institución veneranda, transcendental en la historia de la Europa medieval, asistimos en la se- gunda mitad del siglo XX a un renacimiento de la devo- ción al Apóstol, marcado por el signo de lo cultural. Han surgido en nuestros días dinámicas entidades como «Les Amis de Saint Jacques de Compostelle», en París, o «Los Amigos del Camino de Santiago», en Estella, preocupadas por salvaguardar los valores y tesoros de un glorioso pasado. Sus esfuerzos han venido traduciéndose en exposiciones a

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