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versos en que alaba a las vírgenes Eulalia, Agueda y Ce- cilia, esposas místicas de Jesucristo: Vido tres sanctas vírgenes de grant auctoridat; todas tres fueron mártires de poquiella edat. Agata en Catannia, essa rica cibdat, Olalia en Melérida, ninna de grant beldat. Cecilia fue tercera, una mártir preciosa que de don Jhesu Christo quiso ser esposa; non quiso otra suegra sino la Gloriosa que fue mas bella que ni lilio ni rosa. El rey castellano Alfonso X el Sabio conoció el libro de los milagros de Santa María de Rocamador y el «Speculum Historiale» del dominico fray Vicente de Beauvais, lector e instructor en la corte de San Luis, rey de Francia. Su talento supo aprovechar las narraciones de otras tierras, explanándolas en sus Cantigas. La cantiga 158 señala la ruta de España al santuario de la Virgen Negra de Francia, como un camino trillado por romeros españoles que salva los Pirineos y se dirige hasta Toulouse: E tiró-o do castelo e disse-lle saborosa- ment: «A Rocamador vai-te e passa ben per Tolosa. De muitas guisas los presos solta a mui Gloriosa». Cuando a mediados del siglo XIV se compuso la crónica rimada del Cid, el autor vive el clima devocional de su tiempo, poniendo en boca del Campeador el deseo de pere- grinar al monasterio francés, cuando en realidad en los días de Rodrigo Díaz de Vivar no había comenzado toda- vía a expandirse en el mundo cristiano la celebridad de la Virgencita de Rocamadour. Essas horas dixo el Rodrigo: Señor, plasceme de grado et al plaso nos dedes que pueda ser tornado; que quiero ir en romeya al padrón Santiago e a Sancta Maria de Rocamador, si Dios quisiera guissarlo. A principios del siglo XV, el historiador, poeta y polí- tico alavés, el canciller Pedro López de Ayala, en su céle- bre poema «El rimado de Palacio», denuncia la plaga de comerciantes poco escrupulosos que engañan a los com- pradores por los santuarios de peregrinación: Aun fazen otro enganno al cuytado comprador: Muéstranle de una cosa, e danle otra peor. E dicen en la primera: Desto vos mostré, sennor. Si non, él nunca vaya velar a Rocamador. ¿Rocamador en la batalla de las Navas de Tolosa? Los monjes medievales parecen dominados por una preocupa- ción: ampliar al máximo el patrimonio territorial y espiritual de sus respectivos monasterios. Para lograrlo no dudan en recurrir a cualquier medio. Así, un monje de Conques roba a mediados del siglo IX el cuerpo de la santita mártir de Agen, Santa Fe, para llevarlo a su cenobio. En Navarra y Aragón se falsifican documentos de donación de bienes, y por todas partes surgen cronistas de milagros y sucesos que solamente existieron en la imaginación del pueblo o del propio fraile escritor. En el segundo cuarto del siglo XIII, Alberico, abad del monasterio cisterciense de Trois Fontaines, escribió una —2—

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