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adquieren las peregrinaciones a la Virgen Negra del Quercy repercutió inmediatamente en los reinos cristianos españo- les. Como ya sabemos, los romeros penitentes que marcha- ban a visitar este santuario francés comenzaron a gozar de medidas especiales de protección, recogidas en los fue- ros españoles, como los que visitaban los sepulcros de San Pedro en Roma o de Santiago en Compostela. Peregrinos y trovadores cantaban por las rutas hispanas los milagros de Santa María, y pronto los poetas de nuestra tierra se hicieron eco de las maravillas escuchadas y de las celebridades de Rocamadour, cantadas por todas las partes. El poeta Gonzalo de Berceo alude a Rocamadour en sus «Milagros de Nuestra Señora», cuando nos presenta en el suceso de la deuda pagada, a un mercader pidiendo un préstamo a un judío, prometiendo devolverlo a su debido tiempo, poniendo para ello como testigo a Jesucristo y a Santa María. Hizo el mercader grandes negocios en Flan- des y en Francia. El día anterior a la fecha señalada bajo juramento para devolver el préstamo, se encontraba toda- vía lejos, impotente para cumplir la palabra empeñada. En esta coyuntura, Dizie: Mal so fallido, mesquino pecador. Por nada no li puedo valer al tiador. Será por mí reptado el mi Redimidor e la su Madre Santa, la de Rocamador. invocando a Dios y a la Virgen, hizo un paquete con las monedas prestadas, encomendándolo a las olas del mar, que llevaron providencialmente el tesoro a las manos del judío prestamista en el plazo señalado en el contrato. Donosos tiempos en que nuestros poetas más eximios como Gonzalo de Berceo, requebraban a la Virgen como a una novia, con la espontánea frescura de nuestros sevilla- nos a su Virgen Macarena o a la Virgen del Rocío, tomán- dose la libertad de llamarla «suegra», como en aquellos css

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