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Algunos autores, sin argumentos históricos convincentes hicieron depender nuestra iglesita estellesa de la orden del Temple hasta el año 1311. Relacionan otros su funda- ción con el portentoso suceso de la infanta doña Sancha en Sauveterre, entre ellos J. M. Corral. Madrazo calcula que fue construida hacia el año 1187, y no creemos que ande muy desacertado. En nuestros días se ha pensado en una fundación de los propios religiosos de Rocamadour, a raíz de la donación de Sancho el Fuerte en 1201. Aunque desconocemos la verdadera motivación que lle- vó a erigir este bello templo-alberguería en paraje un tanto alejado de los muros de la villa, es indudable que existía antes de producirse la donación real al monasterio francés. La románica de Santa María de Rocamador de Esteila ha sufrido, por desgracia, mutilaciones, retoques y re- pintes que la han privado de la gracia y del empaque ori- ginales. El brazo derecho que sostiene una granada es pos- tizo y moderno. Es una escultura de gran hieratismo. Va sentada la Virgen sobre una silla teniendo sobre sus rodillas al estilizado Niño, cuyo cabello ha sido tratado en forma de ondas radiales teniendo la mano diestra bendiciente y en la izquierda un libro. La ejecución de los pliegues de las túnicas y sobretúnicas, la rigidez en la actitud del Niño, la seriedad de los rostros, el tipo de silla y otros detalles, sustraen a nuestra imagen del área iconográfica mariana vasconavarra, pudiendo haber sido obra de algún escultor extranjero establecido en Estella o peregrino a Santiago, en las últimas décadas del siglo XII. La reforma del siglo XVII. Anexionado el pequeño tem- plo a San Pedro de la Rúa en el siglo XIV, continuó du- rante varios siglos dependiendo de esta parroquial, que a su vez pertenecía a San Juan de la Peña. El prior de San Pedro nombraba a los capellanes de Rocamador, co- rría con los gastos de mantenimiento del culto y repara- ción de los edificios, percibiendo las limosnas y donos que le hacían los devotos. El año 1689 el beneficiado de San Pedro, don Francisco López de Dicastillo, hacía testamento ante el notario José Hermoso de Mendoza, legando a la basílica de Rocamador todos sus bienes. Asegura el licenciado Lezaun que al abrirse los cimientos para las obras de ampliación del tem- plo y de la casa, aparecieron muchas sepulturas de piedra con sus cruces. Terminadas las obras en 1691, inauguró la ampliada iglesia el prior de San Pedro, don Pedro Mar- telo, con delegación del obispo don Juan Iñiguez de Ar- nedo. Por entonces tenía un cementerio contiguo. La ima- gen disponía de un pequeño tesoro con alhajas, coronas y vestidos. En la casa del capellán la biblioteca se nutría con la biblia, libros de predicación, obras de historia y dos libros de Lanuza «Super evangelia». Como en Sangúesa y en otras muchas localidades es- pañolas donde hallamos el culto a la Virgen de Rocamador, también Estella contó con la cofradía o hermandad dedica- da a esta advocación, posiblemente iniciada por burgueses francos para el cuidado de los enfermos y romeros en su alberguería extramural. 2. Después de la desamortización, Rocamador quedó enco- mendado al ciudado de un ermitaño, hasta que en 1899 se hicieron cargo del templo los religiosos capuchinos, cons- truyendo junto a él su convento y siendo desde entonces celosos guardianes de estos tesoros. El inocente. En la hornacina central de la fachada campea una curiosa efigie pétrea de la Virgen, — 2
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