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peso, que a su tío don Martín de Jaz había regalado el emperador Leopoldo. Esta y otras muchas alhajas desapa- recieron del rico tesoro de Santa María en la desamortiza- ción de 1835. caballero sangúesino Roque Amador. Existen distintas versiones modernas de este suceso legendario. El P. Cla- vería sospecha que pudo acaecer «cuando el rey moro entró en Nájera y envió sus ejércitos por esta tierra». Mi- guel Ancil, historiador sangúesino, creó dos versiones dis- tintas del mismo episodio. En una de ellas hace al prota- gonista jefe de las tropas de Aragón enviadas por don Juan !l contra los beamonteses el año 1469. En la otra lo hace caudillo beamontés, capitán del Principe de Viana, luchando contra Juan Il. En ambos casos el topónimo «Ro- camador» presta su morfología al nombre del protagonista. Según uno de los relatos, Roque Amador, capitán de un escuadrón de los ejércitos de don Carlos de Viana, estuvo presente en la desdichada batalla celebrada en los cam- pos de Aibar en octubre de 1451. Tras la derrota de las tropas de don Carlos y de la prisión del Principe, decidió Roque regresar a su casa de Sangúesa. Sospechándolo el rey de Aragón, ordenó poner guardia junto al puente, si- tuando una compañía de infantes guardando la salida y la entrada. El joven capitán entró en el puente cabalgando en su caballo, sin sospechar la celada. Ocupó el enemigo la entrada, persiguiendo al caballero a paso de carga y enhiestas las lanzas, mientras por el otro extremo entraba a galope la guardia. Los cabos voceaban al fugitivo: «¡Ren- díos!», y los soldados gritaban: «¡Matadlo! ». Viéndose asediado, armándose de valor y poniendo su salvación en la Virgen, exclamó Roque, al tiempo que se lanzaba con su caballo desde lo más alto del puente: «¡Vir- gen de Roque Amador, salvadme!». Las aguas del Aragón, que van por allí profundas, sirvieron de feliz manto al ca- ballero, ocultándolo al enemigo. Salió río arriba, hacia Bayacua, y logrando llegar incólume por cañadas y senderos hasta la villa de Lumbier, refugióse en casa de unos pa rientes. Desde entonces, la Virgen es conocida en San- gúesa con el nombre del caballero protagonista del milagro. En la iglesia de Santa María de Sangúesa puede verse un cuadro pintado al óleo que recuerda este suceso, con una inscripción latina que viene a decir: «Según una antigua tradición grabada en una vieja piedra del puente». SANTA MARIA DE ROCAMADOR EN ESTELLA Hasta el año 1090 no empezó a existir Estella. Antes de esta fecha había una pequeña población denominada Li- zarra en la loma del monte noroccidental, hoy coronada por la basílica del Puy. La gran ruta seguida por los peregrinos marchaba casi en línea recta desde Villatuerta hasta Irache, cruzando antes el río Ega y besando los muros del antiguo monasterio y hospital de Zarapuz, dependiente de San Juan de la Peña. A Sancho Ramírez le gustó el recoleto valle dominado por Lizarra, y en 1090 estableció en él los fundamentos de una nueva población de francos, protegida por un castillo ro- quero. Opusiéronse los monjes pinatenses, para quienes la poo,

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