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de Santa María, orgullo del arte navarro con su cabecera y su incomparable portada, y en el retablo mayor del si- glo XVI, atribuido a Jorge de Flandes, venérase una deliciosa talla mariana de madera chapeada en plata, conocida bajo el título de Rocamador. La Virgen, de bello rostro ovalado y sonriente, siéntase sobre silla sin respaldo. Sobre la rodilla izquierda sostiene al Niño que lleva sus piernas cru- zadas. La escultura es plenamente gótica, quizás de fina- les de siglo Xill, o más bien ya del XIV. Anteriormente debieron existir otra u otras efigies presidiendo el templo del palacio de Sancho Ramirez y la iglesia del siglo XII. Con el transcurso del tiempo la devoción popular aplicó a la talla gótica la advocación francesa, a la que los san- gúesinos veneran como patrona de la ciudad. La feligresía de Santa María la Real ha tributado honores especiales a su Virgen de Rocamador. En el siglo XVII era costumbre pasearla procesionalmente bajo palio por las ca- lles, en la festividad de la Asunción. Los sacerdotes y feli- greses de Santiago y de San Salvador, eternos rivales de los parroquianos de la Rúa Mayor, no llevaban a bien tales manifestaciones de sus convecinos. En 1650 trataron de im- pedir la tradicional procesión. Los de Santa María recurrie- ron a la autoridad diocesana, dictándose pena de excomu- nión mayor y otras de tipo pecuniario a quienes osaran im- pedir la antigua costumbre. A lo largo de los siglos el vecindario de Sangúesa ha manifestado su devoción a la Virgen patrona, cristalizando en donativos y regalos, Entre ellos merece destacar el que hizo un noble hijo de la ciudad en el siglo XVIIl, el arzo- bispo de Burgos, don José Javier Rodríguez de Arellano, quien en 1775 hizo cerrar a su costa una capilla con reja de hierro en que campean sus armas episcopales. Además de otros importantes legados, regaló el prelado para la Virgen de Rocamador un riquísimo manto de tela de plata con flores de oro, cuyo valor material y artístico admiró a sus paisanos. El día en que la efigie estrenó la prenda, celebráronse cultos solemnísimos. Otro ilustre sangúesino, don Isidoro Gil de Jaz, donó a la Virgen una cadena y medalla de oro de ocho onzas de o Y

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