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como Puente la Reina, aunque no han quedado testimonios que lo acrediten. El caso de Tudela merece un breve comentario crítico. El historiador tudelano, fray José Vicente Díaz Bravo, en sus «Memorias históricas» de la ciudad, da noticia de la existencia en ésta de un monasterio de Rocamador, unido a la catedral y favorecido por los monarcas aragoneses Al- fonso Il y Pedro Ill. No encontró vestigios de sus construc- ciones, por más que rastreó el terreno. Su afirmación se en un documento del monasterio de Veruela, fe- chado en Zaragoza en 1205, por el que el rey Pedro ll confirma la donación hecha por su padre Alfonso ll, de la villa de Maliján, junto a Borja, en favor de Santa María de Rupe Amatoris, para que en esta iglesia haya siempre un cirio encendido. La limosna se hace a Hugo, «abad tute- lense» y prior de Rocamador, figurando entre los fiadores el bayle tutelense, el abad y un monje de Obazine (Fran- cia), y dos monjes de Veruela. Díaz Bravo creyó que se trataba de Tudela de Navarra, cuando en realidad se refería al abad de Tulle, prior de Rocamadour. El monasterio de Tulla denomínase en latín «Tutellensis», lo que indujo a error a fray José Vicente. SANTA MARIA DE ROCAMADOR EN SANGÚUESA Nos es desconocido el modo y el momento en que llega la devoción a la Virgen de Rocamador a nuestra ciu- dad navarra, frontera con el reino de Aragón. Sabido es cómo Sancho Ramírez había otorgado fueros de población en favor de Sangúesa la Vieja (Rocaforte), y cómo al final de su reinado creó el puente sobre el Aragón y un pala- cio real con iglesia dedicada a Santa María, en la margen izquierda del río, núcleo original de la futura Sangúesa la Nueva. Alfonso el Batallador extendió en 1122 el fuero de Jaca a cuantos vinieran.a poblar el Burgo Nuevo. Una nueva población comenzaba a extenderse a lo largo del viejo ca- mino de Ull, como prolongación del primitivo núcleo pala- ciano. El año 1131 el mismo monarca donó a los caballeros de la orden de San Juan d Jerusalén su palacio e iglesia de Santa María. Los pobladores francos establecidos en Sangúesa al amparo de estos fueros, y los peregrinos que venían de la Auvernia o del Midi, debieron ser quienes, en fecha tem- prana, implantaron entre los habitantes del Burgo la devo- ción a la milagrosa imagen de Rocamador. De hecho, en el tercer cuarto del siglo Xll era conocida la advocación entre los sangúesinos. El entonces teniente de Sangúesa, el señor Sancho Ramírez de Oteiza, legó una manda de cien mama a Santa María de Rocamador de Morlaas, juntoa au. Con esta devoción a una Virgen forastera debió venir también la cofradía, que debió implantarse entre los bur- gueses francos y entre los indígenas. De su existencia no nos han llegado noticias explícitas hasta el año 1351. La cofradía se mantuvo pujante durante varias centurias. Ur- bano VIII concedió indulgencia perpetua a los cofrades san- gúesinos de Rocamador, por bula otorgada en 1531. La imagen de Rocamador. En el soberbio templo románico e Ea

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