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to de estima y de respeto con el cual beso afectuosamen- te su mano». Por su parte el cardenal Acquaviva favorable a los es- pañoles manifiesta que los informes de Albani son intere- sados, ya que fue recompensado con un feudo: Castel Leo- ne en el ducado de Urbino. Pero no dice que él recibía las rentas diocesanas de Sevilla y de Toledo. El mismo Acquaviva se queja de los manejos de la corte de Madrid, que quiere sujetar a los españoles al mando del napolitano duque de Castropignano. El conde de Gages se resiste con los españoles a en- tregar el mando, y se impone desde Madrid como único jefe al joven Carlos 1ll (Disputa de Montecasino). El prín- cipe de Santa Croce informa a Lobkowitz sobre los regi- mientos napolitanos que se movilizan con los españoles hacia Velletri También le avisa que los ejércitos españo- les están compuestos de regimientos irlandeses, walones, suizos y guardia española. Asimismo le comunica que el príncipe Carlos ha salido con 400 caballos hacia Velletri; con tales informes el virrey austriaco Lobkowitz sabía dónde y cómo dar el golpe. Mientras tanto, refiere Michelangelo Schipa en su li- bro «Il Regno de Napoli nell tempo di Carlo lll», llegaban desde Roma panfletos en los que se exageraba la ambi- ción de Isabel de Farnesio en los siguientes términos, diri- giéndose a Felipe V: «Señor, concédeme que estos dos hijos míos Carlos y Felipe se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Y el rey Borbón respondía: «Estás demasiado preocupa- da y te asustas por tus preocupaciones». De esta forma la corte de Nápoles seguía la guerra entre tiros, panfletos, sátiras y coplas. SORPRESA DE VELLETRI La entrada de españoles y franceses por el norte de Italia había salvado a Nápoles. Pero regresaron a la fron- tera por la dificultad de los Alpes, mientras Lobkowitz, aprovechaba la ocasión, preparaba el asalto de la plaza fuerte de Velletri acampado en una eminencia frente al ejército napolitano y realizando el asalto el 11 de agosto. Los alemanes penetraron por diversos puntos, matando a los centinelas unos y prendiendo fuego a los arrabales los otros. Los austro-alemanes buscaban apresar al infante Carlos de Borbón y llegar al cuartel de Gages. Michelangelo Schipa narra cómo el futuro Carlos lll, al sentir el ruido que hacían los que se entregaban al saqueo saltó por una ventana en paños menores, mientras corría gritando: «Ajutatemi, Iddio, la Madonna e San Genna- ro». De esta forma lo vio un capuchino napolitano, el P. Genaro, que, compadecido, le echó encima su manto; así escapó Carlos lll de caer prisionero: en paños menores y con un manto de capuchino. Lobkowitz dirigió el asalto a la posición fortificada, llamada monte de los capuchinos, pero españoles, napoli- tanos y walones resistieron. En este lugar cayó herido Miguel González de Bassecourt, que obtuvo por su valor el grado de coronel del regimiento de Murcia. ci

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