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El segundo intento de Isabel de Farnesio motivó, apro- vechando la guerra de sucesión de Polonia, la entrada de las tropas españolas en Nápoles en 1734 y en Palermo, y, además, hubo que renunciar a los ducados de la casa Farnesio. El tercer intento trajo como consecuencia que las tro- pas hispano-francesas e hispano-napolitanas entraran en los Ducados. Es la época de la Pragmática Sanción de Austria y de la paz de Aquisgrán, La nación salió esquilmada, pero las ambiciones maternales de Isabel se habían conseguido aun a costa de grandes sacrificios. CAMPAÑAS EN ITALIA Los españoles entraron en Nápoles y Palermo de forma rápida; los austriacos apenas tenían retuerzos (1734). El ministro español Campillo, enemigo del prestigio de Monte- mar, jefe de la expedición de Nápoles, le mandó venir a España con el pretexto de achaques de salud que él no había manifestado nunca, y con la orden de que le acom- pañara el marqués de Castellar, entregando el mando al conde de Gages en septiembre de 1742. El cambio de je- fes no influyó en la marcha de la campaña; la reina lIsa- bel se impacientaba, y en invierno ordenó a Gages que atacara al enemigo o dejara el mando. La Farnesio no admitía explicaciones. Obedeció Gages y el 3 de enero de 1743 pasó el río Tanaro y se atrincheró en Campo Santo; austriacos y españoles se declararon vencedores; los es- pañoles por haber dormido en el campo de batalla y haber recogido gran cantidad de banderas y cañones. De todas formas habían experimentado grandes bajas y por esta ra- zón se retiraron a Bologna sin buscar nueva batalla. Lle- garon socorros al jefe de Austria, Lobkowitz, y el de Gages se mantuvo a la defensiva perdiendo muchos soldados entre enfermos y desertores hasta quedar reducidos a cinco mil; acosado por el enemigo, se refugió en Nápoles. Esta retirada estratégica fue alabada por Federico Il de Prusia, y resumida por Rousseau en estos términos: «El conde de Gages, después de haber batido a los austriacos en Lombardía realizó esta memorable retirada, la más bella maniobra de guerra de todo el sigo y de la que Europa ha hablado demasiado poco». Mientras tanto se iba organizando una gran red de es- pionaje a favor de Austria, guiada por el cardenal Albani, el abate Troisi y el príncipe Santa Croce, que usaban para estos casos la estafeta del Vaticano. Se conservan carpetas con las comunicaciones al general austriaco Lobko- witz, indicándole los pueblos donde acampaban los regi- mientos españoles, su número, el camino que seguirían y las fechas de partida; no es raro que hubiera espionaje en el cuartel general de Gages, ya que en la sorpresa de Velletri, los dos puntos principales del asalto austriaco fueron el cuartel general de Gages y el palacio Ginetti donde dormía Carlos de Borbón que contaba diecisiete años y que en el futuro sería Carlos 1!l. Los informes del cardenal Albani a Lobkowitz terminan de un modo rastrero: «Ninguno me supera en el sentimien-

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