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su alumno, de 30 de diciembre de 1790, con otra del 6 de febrero de 1791. El exobispo de Arequipa entendía que la responsabili- dad de sus dos visitas a las misiones continuaba pesando sobre su conciencia... Pero Carlos IV se hallaba más preocupado por las ame- nazas de la Convención francesa que por el asunto de las misiones americanas. PUNTO FINAL En medio de tales confusiones, fray Miguel pudo rea- lizar su ilusión en favor de su tierra de Navarra, como él la llama. Había intervenido en favor del convento de Le- rín como casa de retiro y perfecta vida común que se re- gía según las constituciones de su gran amigo el P. Co- lindres, para los conventos o colegios de misiones. La carta de fray Miguel a Carlos IV no tiene fecha,. pero debe ser entre 1790 y 1791. Al ser negada la erec- ción de tal colegio de misiones bajo la protección real, por el Ministerio de Gracia y Justicia, se acudió al exobis- pode Arequipa. Era entonces provincial de Navarra el P. Javier de Los Arcos. «El provincial de mi tierra» le llama fray Miguel. La carta fue despachada favorablemente, quizá para conso- larle de tanta negativa; y así prestó un gran servicio a la tierra que le vio nacer, siendo aprobadas las ordenaciones para los colegios misioneros de Lerín y Vera en los años 1797-1798, cuando ya fray Miguel había bajado a la sepultu- ra cinco años antes. Siguió ganando batallas después de muerto. Ni su buena condición ni su profunda piedad, pudieron ocultar los bríos de q belicosidad ancestral. Bajo el hábito bullia un co- ronel. Da que pensar que hallándose fuerte en 1791, le llega la muerte el 1 de marzo de 1792. No podemos adelantar una hipótesis clínica o, quizá, un derrumbe psicológico. Fray Miguel no pudo firmar su testamento por tener los brazos imposibilitados. La «Gaceta de Madrid» y la «Gazzetta di Parma» publi- caron su necrología. A la catedral de Arequipa legó docu- mentación, un cáliz de oro y dos patenas. Quiso ser se- pultado en el convento de capuchinos de El Pardo, junto a su madre. Después de la exclaustración, con derrumbes y nuevas construcciones conventuales, es poco menos que imposible dar con los restos del fraile andariego. Así falleció en Madrid el obispo-coronel-misionero, que había soñado con un gran despliegue de misioneros capu- chinos, bien formados, moviéndose de forma sincrónica a través de un frente común, desde las Guayanas a Panamá. Con sus cuadros bien disciplinados en un ideal y centros de comando en Bogotá y Caracas; puestos misionales de vanguardia, una fuerza de retaguardia, con sus misiones circulares o de inspección, y una red de colegios misiona- les como puestos de reserva y formación de aspirantes. El ilustre escritor peruano Ricardo Palma nos ha dejado un pintoresco relato del carácter apostólico-militar de fray Miguel de Pamplona, primero coronel y luego obispo.
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