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5. Que no se permita salir a estudios sino a los que se obliguen a misiones entre indios o misiones en España, pues para eso permitió San Francisco el estudio en su or- den seráfica. 6. Que no se admita al hábito capuchino a nadie si no se ofrece a pasar a las misiones americanas. 7. Que vayan cuatro veces más misioneros de los que allí hay, pues se pueden sacar de cada convento dos o tres, sin mengua ninguna. 8. Apostolado del mar. Que en los barcos, correos mensuales y, siquiera, en los barcos de comercio libre, vayan de capellanes dos capuchinos por haber sido los primeros en solicitarlo, ya que no debe hacerse ninguna embarcación a la mar sin su capellán correspondiente. 9. Sería conveniente que nuestros religiosos emitie- sen un cuarto voto de salir a misiones, al menos por tres años, sin el cual requisito no podrán ser admitidos. 10. Que para dar ejemplo, él mismo se ofrece, con sus 72 años, a presidir una expedición misionera y morir, como San Francisco Javier, no en una isla de Asia para salvar a los indios de Oriente, sino en tierra firme de América para salvar a los indios de Occidente. 11. Si no se aprueba este programa, por lo menos su- plica que se lean en las casas de estudios las constitucio- nes de los colegios de misiones y las ordenaciones de mi- siones vivas. CRITICA DE CRITICAS El lector habrá visto si el programa es producto de una mente senil o de un alma ardiendo por Dios. El Consejo de Indias, lo mismo que Su Majestad, respondía por el ministro Porlier, su pariente, que, respecto al cuarto voto, no había que hablar, pues era asunto de la orden capu- china y, por otra parte, les recordaba algo de jesuitismo. Que no estaban tan mal las misiones capuchinas en Amé- rica y no necesitaban visitadores, ni andaban tan escasos de personal... Y, en cuanto al apostolado del mar, el ir de capellanes de los correos marítimos y barcos del comercio libre lo calificaba el rey Carlos IV como «despropósito im- practicable y expuesto a mil inconvenientes». Sin embargo, hoy día le daríamos la razón, ya que se adelantó, en más de doscientos años, al actual aposto- lado del mar, y fray Miguel defendía que nadie podía ser admitido en los colegios de misiones si antes no había hecho la carrera de Indias en los correos de La Habana o en las barcas de comercio libre. Respecto a salir como jefe de un grupo de misioneros, Su Majestad quedó muy complacido de su celo, aunque no admite su ofrecimiento de regresar a las misiones «tanto por el carácter de obispo con que se halla y su voluntario retiro de la mitra de Arequipa, como por su edad avanzada que pide entera tranquilidad para su con- servación ». Su amigo y profesor de teología en Guastalla, el P. Sas- suolo, era superior general de los capuchinos y estaba dis- puesto a conceder los permisos a fray Miguel, si se po- nían de acuerdo Madrid y Roma y contestó a la carta de ci

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