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ACCION E IRRADIACIÓN La diócesis de Arequipa tenía una extensión de cien mil kilómetros cuadrados y englobada la actual provincia chilena de Tarapacá, hasta el río Loa, siendo su última población el Oasis de Pica. Para su mejor catequesis y vi- sita pastoral fundó en 1784 un convento de capuchinos en Arica, que debían ser suplentes en la provincia de Tarapacá. Su celo pastoral chocó con el regalista corregidor de Arequipa. Inculcó a los párrocos la formación de un pa- drón o censo de parroquias y doctrinas (capillas filiales), para saber el número de habitantes y sus necesidades de catequesis en español e idioma indigena. Sus visitas canónicas las realizaba a pie o en mula, de forma sencilla y austera, sin cama, sin ninguna co- modidad y sin más equipaje que el pontifical indispensable para las funciones de su ministerio. Sobrevino la reforma de costumbres y una gran paz y tranquilidad. El virrey Jáuregui era uno de sus admiradores y favorecedores en los pequeños pleitos y triquiñuelas de aquel tiempo regalista. Refiriéndose a la fundación del hospicio de Arequipa, la Junta de beneficencia de Lima le significó «la gratitud y el gozo con que esta Junta ha re- conocido su caritativo celo en beneficio de la diócesis». La misma Junta limeña reconocía la formación de otra fi- lial en Arequipa que contaba «con las limosnas del vecin- dario y los socorros del limo. Sr. Obispo en cuya piedad se afianza la estabilidad de este importante estableci- miento». Respecto al capital de fundación, además de incorporar las donaciones hechas a los jesuitas expulsados, Mons. Pamplona se comprometió a entregar, al momento, 8.000 pesos oro de sus rentas episcopales y, en el futuro, cuan- to le permitieran sus disponibilidades. Respecto a la fundación del hospicio, para hombres y mujeres dice el virrey Jáuregui: «Como su frugalidad y desprecio de los bienes temporales le dan margen para convertir su renta en tan piadoso designio, considero que será ventajoso el progreso». Cuando llegó el programa militar y cristiano de trabajo, los pobres y refugiados se desterraron de !a ciudad. Fue uno de los desengaños... GOLPES Y CONTRAGOLPES Al poco tiempo de haber tomado posesión de su dióce- sis se le encomendó la solución del caso del obispo del Cuzco, Mons. Moscoso. El prelado era de vocación tardía, hombre culto y colaborador del perdón general de Jáuregui, atrayendo al cabecilla Cristóbal Tupac-Amaru a la obe- diencia real; a pesar de todo, fue acusado de persona no grata para la corte borbónica de Madrid e, incluso, de ciertas ideas independistas. De la corte se había escrito a Lima: «Pudiera ser que el obispo del Cuzco fuera llevado a España por premio o por castigo». Dolíase fray Miguel de ver calumniado a un compañero 7.
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