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dinero y fue enviado al Perú el superintendente Areche, quien, usando una política torcida y creyéndose superior al virrey Guirior, aumentó los impuestos, aun en los ar- tículos de primera necesidad. En vez de reunir un millón y medio de pesos oro, consiguió cuatro, sobreviniendo la revuelta en todo el Alto y Bajo Perú y Norte argentino. En vano el virrey navarro se opuso a semejante atropello. Areche tenía las manos libres y Guirior fue llamado a Madrid. Se nombró otro virrey más suave, don Agustin de Jáuregui, nacido en Lecároz y antiguo gobernador de Chile, que llegó al Perú el 21 de junio de 1780. En noviembre de ese mismo año, estallaba la revuelta acaudillada por Tupac-Amaru y sus familiares, consiguiendo arrastrar a la clase blanca en contra del poder real. Era un movimiento de tipo social-ecónómico, pero de conse- cuencias políticas. El historiador argentino Deán Funes habla de esta re- volución diciendo: «Así terminó esta revolución y difícil- mente presentará la historia otra ni más justificada ni menos feliz». Los indios cometieron barbaridades y la tropa realista respondió con la horca y la derrota de los rebeldes, El virrey Jáuregui prometió un perdón general a los que de- pusieran las armas. Nuestro obispo se entendió muy bien con su colega navarro, el virrey, que murió pronto. La plaga del Perú era, precisamente, la poca duración de vi- rreyes y obispos. De algunos virreyes decian los limeños que, en su corto gobierno, alcanzaron a plantear la pavi- mentación de la vía láctea. PROGRAMA DE MONSEÑOR PAMPLONA 1. Sosegar los ánimos, excitados por la revolución de Tupac-Amaru. 2. Reformar a los sastres arequipeños. 3. Disciplinar a las dueñas encopetadas. 4. Resolver el pleito de las monjas de Santa Catalina. 5. Reducir a viudas y doncellas a un hospicio. 6. Reforma del seminario. 7. Cáritas diocesana para mendigos y refugiados de la revolución. 8. Practicar una amplia visita pastoral a su diócesis de cien mil kilómetros cuadrados. En lo que respecta a la cuestión primera los ánimos se fueron serenando por el perdón general de Jáuregui; por el acercamiento de los blancos que no veían porvenir en Tupac-Amaru y por la colaboración y buenos asesores de Mons. Pamplona: don Saturnino García de Arazuri, canó- nigo magistral de Navarra y fundador a sus expensas de un gran colegio en Arequipa, el Dr. Tadeo Llosa, asesor de fray Miguel muy celoso de la parroquia y de la catequesis y, finalmente, el Dr. José Pérez, secretario de Mons, Pamplona. En cuanto a los números dos y tres ya había trabajado el obispo Cavero de Toledo (1726-1741) contra las damas de Moquegua, y ahora Monseñor de Pamplona se encuen- tra con el mismo problema en Arequipa. Mons. Cavero «decía así: «Vemos la ciudad convertida en .escenario de is
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