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4 do Lai a dd do td Los capuchinos aragoneses habían entregado 16 pueblos al obispado de Puerto Rico y a la Corona española. Pueblos totalmente formados y que, en muy poco tiempo, quedaron pobres de solemnidad. Fray Miguel debía informarse en Zaragoza sobre el asunto. Algo de esto se deja traslucir en los informes del vi- rrey navarro de Colombia, Manuel de Guirior, a Carlos !!l, pues el monarca, en cédula fechada en El Pardo y en otras subsiguientes, aconseja que no se haga traspaso de pue- blos indios, dejando las cosas tal como estaban hasta la llegada de un visitador (17 de febrero de 1770). En Pamplona pudo visitar lugares que le hacían retro- ceder cuarenta años. Que, en pasando los cincuenta, se vive en gran parte del recuerdo. En Guipúzcoa estaba como capitán general el marqués de Bassecourt, uno de sus parientes, y, con tal apoyo, tenía abiertas las puertas en la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas que embarcó a los misioneros en el «San lIgna- cio», una de sus mejores y más rápidas naves. Hay firmas del marqués de Bassecourt en los archivos de San Sebas- tián y Fuenterrabía (1). HACIA LAS MISIONES DE COLOMBIA Su actuación se puede resumir en estos puntos: con- dujo la expedición misionera atendiendo a su distribución; consiguió para los capuchinos valencianos una casa central en Bogotá (Hospicio de San Felipe), con la condición y los privilegios de sustituir a los jesuitas expulsados en sus misiones de centros poblados; alcanzó el subsidio real, ya que normalmente se eternizaban los trámites, y, por su amistad con el secretario Sr. Gálvez, consiguió que a los capuchinos de América les llegasen las cartas francas, como a los residentes en España. Fray Miguel encontró un gran apoyo en el virrey Ma- nuel de Guirior, del que se expresa diciendo: «Como yo, él es también de Pamplona, es decir, de Aoiz, en Navarra, y somos también medio parientes». El virrey Guirior, con medios humanitarios, logró some- ter a tribus salvajes, protegió los estudios, fundó la biblio- teca pública de Bogotá con los libros de los jesuítas, res- tauró las fortificaciones de las ciudades costeñas contra los piratas e inauguró las sesiones del sínodo. Los dos habrán de entenderse. Habrá súbditos capuchi- nos que no hablen bien del visitador, pero Carlos 1ll apre- ciará sus indicaciones. Existían las misiones de Santa Marta, Río Hacha y Valledupar. La misión de los Goajiras era dificilísima por ser feroces y guerreros. Los misioneros resultaban insuficientes. Años antes, el 31 de enero de 1747, el virrey Sebastián de Eslava, naci- do en Enériz (Navarra), informaba a la Corte sobre el poco fruto que se conseguía entre los indios de Santa Marta y Maracaibo; indicaba al rey la división de esa (1) Para ver su labor misionera y episcopal puede consultarse el trabajo del P. Eulogio Zudaire O.F.M. Cap. «Fray Miquel de Pamplona, obispo de Arequipa». a OO
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