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peligro, pero también son sus mayores colaboradores, por- que el instinto más profundo es el instinto hacia Dios, y el impulso y la ilusión más inmediatos son impulsos e ilusiones hacia lo grande y glorioso. Su vocación misionera era lo más natural en lo sobre- natural; no se debe despreciar nunca a la naturaleza y lo natural, pues sobre ellos se basa lo sobrenatural. Y toda vocación está basada, finalmente, en ese egoísmo saluda- ble de salvar la propia alma, que es como llegar a la máxima de Javier: «¿Qué aprovecha todo el mundo si se pierde el alma?». Lo natural en lo sobrenatural. Había muerto ya su ma- dre. De su padre guardaba recuerdos hasta los 14 años. Por eso, el paso del amor de sus padres al del Padre Dios se hizo más fácil y natural. El ocupó su lugar y Dios fue no un Señor a quien temer, sino un Padre a quien amar, servir y obedecer. Entonces, el Padre nuestro fue para él una realidad nunca soñada y pudo repetir las palabras de Javier: «Te amo Señor, porque Tú me amaste primero...». No le importa que le comprendan o no los demás, pues una gota de agua no comprenderá jamás la inmensidad del mar. La ocasión se presentó cuando el obispo de Santa Marta, misión de los capuchinos valencianos, pidió misioneros para reconstruir la misión aniquilada por los indios. El P. Pro- vincial, Andrés de Valldigna, pidió veinte voluntarios y se ofrecieron treinta y uno. El más joven contaba 30 años y el menos joven, fray Miguel de Pamplona, 55, próximo ya a su tercera juventud. Aquello era una floración, comparado con los antiguos llamamientos, cuando apenas podían reunirse ocho o diez misioneros voluntarios. De los 31, fueron elegidos 20 y al frente de ellos, como presidente, fray Miguel. Por su parte, Carlos lll le nombraba visitador oficial de las misio- nes capuchinas de Colombia. CAMINOS DE AVENTURA Los gastos de viaje corrían a cargo del Tesoro Real. El grupo de misioneros podía embarcar, preferentemente, en Cartagena o Alicante: en último término, en los Pasajes de San Sebastián, en la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. ; Nuestros misioneros atravesaron Aragón y Navarra, lle- gando a Guipúzcoa en los primeros días de enero de 1774, quedando distribuidos entre los conventos de Rentería, Fuenterrabía y Vera. El cronista elogia la hospitalidad de los capuchinos navarros. Una paradoja es venir a embar- carse en Pasajes. Fray Miguel tenía sus razones para emprender el viaje en estas fechas ya que llevaba un encargo de Carlos lil en forma confidencial: el abuso de los blancos, al ser in- corporados los indios a la Coroma. Al poco tiempo queda- ban los nativos sin tierras y se volvían a la misión pi- diendo amparo ya que habían perdido todo a base de los re- galos de Los tres reyes de Oriente chicha, vino y aguardiente. a os
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