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rosarios que casi degeneraban en superstición. Más acción y menos meditación. Antes, los fieles exigían austeridad y meditación. Hoy día, querían acción y más acción. El P. Turchi, siendo provincial, en su primera visita «leía en los ojos de los religiosos el espanto de oír al su- perior mayor hablar de estudios, de apostolado, de ocu- pación continua, sin decir nada sobre la oración». Sin embargo, siendo obispo, dio marcha atrás, luchando contra el jansenismo de Parma y, en 1793, el día de San Bernardo, defendió la vida contemplativa. Pero ya era tarde. Cierta- mente, había que renovar algunas cosas. Al pamplonés lo tachaban de exagerado mientras su opositor, Turchi, ha- blaba de reforma, pero no decía cómo debía llevarse a cabo ni quién tenía que comenzarla. Esbozó un programa de moral, escritura, teología y apologética, pero sus ocu- paciones le impidieron realizarlo. La solución habria sido unir las dos corrientes, no siendo uno contra uno, sino uno más uno. VENCIDO PERO NO DOMADO Para suprimir el convento de retiro, concedido por los duques, nuestro Turchi se acerca al ministro Du Tillot y, por su medio, consigue la revocación del permiso. Y aun se comunica al superior general Pablo de Colindres que el duque estaba dispuesto «A fer uso di tutta qu'ella autoritá, che le era stata data da Dio». El opositor había vencido, pero afirmaba la jurisdicción laica sobre la eclesiástica. Fray Miguel pensaba ir al reino de Nápoles, donde ha- bían fructificado los retiros, protegidos por Carlos Il; pero su amigo de Velletri había embarcado hacia España el 17 de octubre de 1759, dejando el trono a su hijo Fernando, amigo íntimo de Turchi. Una mano misteriosa hizo desapa- recer esos conventos del reino de Nápoles, fructificando en España y, en primer lugar, en Valencia (Monóvar). En Italia, se arruinaba la reforma estricta, llamada por Turchi «pequeño cisma». Carlos lll los protegía en España. Fray Miguel permanece en el convento de Fontevivo; su madre ha salido para España, acompañando a María Luisa de Parma, desposada, a los 14 años, con Carlos IV. Los italianos describen así a Carlos IV, con sus 17 años: «Di constituzione robusta, largo di spalle, appassionato per la caccia come tutti quelli della sua famiglia e gran 'gio- catore di bigliardo; era de una bontá che confinava con la sciocchezza e intelletualmente pigrissimo, quasi inerte». María Luisa era «Donna di carattere imperioso che per tutta la vita lo tenne sotto il suo dominio». Así, los reyes se casaban y después se enamoraban o se traicionaban. En el Archivo de Parma se conservan tres cartas de Madame Bassecourt González, fechadas en Génova, al mi- nistro Du Tillot, dándole cuenta de la muerte del duque Felipe de Borbón; ella hablaba de su mala salud (19 de junio y 2 de julio de 1765). En la soledad de Fontevivo recibe fray Miguel la visita del P. Francisco de Rincón de Soto y del P. Pedro de Pamplona, con dos hermanos, delegados al capítulo general. El convento había sido edificado por el duque Ranuccio año UN

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