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hacer por el Colegio de Misiones de Pamplona. Nuestro misionero salía de Cuba con la admiración y aplauso del pueblo y de las autoridades eclesiásticas, y con un proceso de las autoridades civiles. La acusación salió de personas de mal vivir al goberna- dor de Bayamo, que la envió a la audiencia de Puerto Prin- cipe; de aquí siguió al gobernador general en La Habana, quien la envió de nuevo al arzobispo P. Claret. El P. Claret hace ver en su respuesta, que él y sus misioneros son calumniados, y no se puede disimular el mal por más tiempo, «pues no sólo peligra nuestra fama, sino también nuestras vidas». A continuación el P. Claret nombra a los firmantes de la acusación, entre los que hay tres anarquistas, varios procesados, y todos enredados en una conducta irregular. Entre los cargos contra el P. Adoáin, figuraban los si- guientes: 1. Haber coaccionado a personas, que ya vivían en for- ma continua, a celebrar su matrimonio, aun tratándose de razas distintas. 2. Que tanto en privado como en público, ha inculcado doctrinas de igualdad entre la raza blanca y la raza de color, provocando un daño inmenso en el orden económico-social y en la tranquilidad de la Isla. 3. Que no ha tenido en cuenta lo que los reglamentos civiles prescriben a los dueños de esclavos sobre el trabajo en días festivos. Con la carta del P. Claret, se calló el gobernador general. Pero el obispo de La Habana, el amigo del P. Esteban, Mon- señor Jacinto Sáenz y Peñacerrada, capuchino, abandonó su sede, desterrado por el gobernador general, Caballero Fer- nández de Rodas. POR TIERRAS DE GUATEMALA En Guatemála gobernaba un presidente indígena, de raza india, don Rafael Carrera, que comprendía lo mucho que el Estado debía a la Iglesia, y había llamado a su pequeña república a todas las órdenes religiosas. El P. Adoáin se presentó con los certificados de su actuación en Cuba, re- frendados por el P. Claret, poniéndose a disposición del pre- lado de Guatemala. Por primera vez pudo vivir en comunidad con algunos compañeros, conocidos en Venezuela; estaba can de andar por esos mundos, sin tener un convento a donde reti- rarse ciertos momentos. Por aquellos años habían llegado capuchinos catalanes a Guatemala, huyendo de las revolu- ciones españolas. Un convento de misiones era su ideal. Para invitar y conseguir mayor número de capuchinos cata- lanes, se trasladó a España el Hermano Vicente de Sarriá. Fue prendido por las autoridades y fusilado en Sabadell, por- que descubrieron que había militado en las filas carlistas como teniente coronel. La Crónica de los Capuchinos de Guatemala se expresa así del P. Esteban: «Nos ha llegado a este convento de la Antigua Guatemala, como diestro operario, el R. P. Esteban de Adoáin, de la Provincia de Navarra, Capuchino infatigable en dar misiones en diversas partes, y últimamente en Cuba». El papel que desarrollará nuestro misionero en Guatemala y El Salvador, será el de misionero y pacificador, sofocando la revolución y la guerra civil, sorprendiendo a los conjura- o PS

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