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taban el sueño y la vida. Expuso sus proyectos al goberna- dor, quien se alegró muchísimo de la buena marcha de la misión, pero poco después el optimismo fue turbado por la llegada de un escribiente del gobernador con pliegos del Gobierno cuyo contenido se reducía a 4 puntos. 1) El Gobierno agradecía el trabajo de los misioneros en el territorio del Apure. 2) Se ordenaba al gobernador proporcionar a los misio- neros un utensilio para hacer hostias. 3) Los misioneros debían jurar la Constitución venezo- lana, y hacerse ciudadanos venezolanos. 4) De no hacerlo así, debían reintegrar los gastos de su viaje de Marsella a La Guaira y salir del país. Si cum- plían las condiciones exigidas, se les pagaría lo convenido. El P. Esteban se opuso a tales condiciones. Quien movía todo esto era el diario liberal El Venezolano, que seguía ca- lificando a los capuchinos de carlistas que habían venido a Venezuela a implantar la Inquisición. Nuestro biografiado siguió su camino por el río durante un mes. Llegó a evangelizar a las tribus vecinas, y es en- tonces cuando sintió las garras de la fiebre tropical. El y el P. Hernani, también víctima de la fiebre, yacían en dos hamacas, sin médicos, ni auxilio alguno, esperando la muerte. Remedios caseros de indios los aliviaron. Aún convale- cientes, recibieron un aviso del gobernador, para que aban- donaran la misión y se retiraran a otra parte. Se despidie- ron de las tribus entre lágrimas de los nativos, que temían el predominio de los blancos. Fue cuidado en Caracas por médicos amigos, pero no tuvo mejoría y le aconsejaron que se volviera a Europa. He aquí su itinerario: La Guaira, Burdeos, Marsella, Toulouse, Ustaritz. Iguales dificultades experimentaron nuestros mi- sioneros en fechas anteriores: 1650, 1659, 1763, 1773, 1776 y 1798. El P. Esteban llegó a Ustaritz en 1846. En poco tiempo recobró la salud. El gobierno de Venezuela derogó el Regla- mento de Misiones y expresó el deseo de que volvieran los misioneros. Nuestro hombre sintió el impacto, recordó sus proyectos y se puso de nuevo en camino hacia Vene- zuela, llegando a fines de septiembre de 1847, Se presentó al arzobispo, quien le encomendó la parroquia de Maracay. Los vaivenes de la política hicieron que se dictara una orden de expulsión que luego fue revocada. Un sermón del P. Adoáin fue calificado de sedición y el misionero dio con sus huesos en la cárcel. La prisión se convirtió en un lugar de romería y el P. Adoáin, una vez liberado, decidió mar- charse a Cuba. HACIA LA ISLA DE CUBA El 15 de enero de 1850 salía el P. Esteban de La Guaira hacia Cuba, lleno de amarguras, viendo fracasados sus pla- nes de sociólogo y evangelizador. Le acometieron las fie- bres, y por eso se detuvo un mes en Curasao. Su viaje a Cuba tenía como objeto resucitar el antiguo Colegio de Misiones Capuchinas en La Habana, reuniendo a los padres de Venezuela y a los que vivían en Navarra, en forma par- ticular, después de la disolución de las Ordenes Religiosas.
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