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contrariando lo ya firmado en Marsella. Nuestros misione- ros protestaron, ya que deseaban misiones entre infieles, y fue necesario un nuevo decreto del gobierno indicándoles que apenas pasase el invierno, y bajasen las aguas, serían trasladados al territorio de los indios Apure. Los climas sua- ves de Caracas y los tórridos del trópico no agradaban a los viajeros, aunque los soportaban con esfuerzo de volun- tad. Y nuestro P. Adoáin cayó gravemente enfermo en Ca- racas. Aún convaleciente se puso en marcha hacia su mi- sión, teniendo que atender varias parroquias en el mismo camino, abandonadas desde la salida de los capuchinos en 1820. El ambiente descrito por el mismo P. Adoáin es se- mivagano. En cambio el territorio de indios se hallaba en mejores condiciones. En el Diario del misionero se registran momentos de sa Habla del 15 de agosto, día de la Asunción. En una pa- rroquia de cerca de siete mil almas, apenas asistieron a misa cincuenta. Se hizo un llamamiento a los niños, al mo- do de Savonarola; y los niños respondieron favorablemen- te. Los prepararon para la Primera Comunión, y fueron pues- tos como modelo para los mayores. Todo esto fue como preparación para la Gran Misión, donde se acercaron a con- fesar gentes después de treinta y cuarenta años de abando- no. El cristianismo había sufrido un duro golpe en América. EN LA REGION DE APURE Los capuchinos penetraron en esta región en 1789, en gran parte andaluces, fundando 22 pueblos en forma pare- cida a las Reducciones de los Jesuitas en el Paraguay. Todo su esfuerzo quedó destruido con las guerras. Los indios vol- vieron a la selva, y los misioneros tuvieron que abandonar el país. Rodaron por los suelos las ilusiones de Fr. Francis- co de Pamplona, fundador de las misiones en Venezuela en el siglo XVII, y muerto de fiebres en La Guaira. El P. Esteban nos describe en apuntes rápidos la fauna y la flora respectivas. Los indios eran sumisos y generosos. El terreno llano es inundado por las lluvias del trópico, que hacen salir de madre a los ríos. Los truenos, gigantescos. La producción agrícola es abundante en maíz, plátano, ba- tata, yame, yuca, de donde sacan el pan cazabe, que dura mucho tiempo. La carne es barata, por ser abundante la ganadería: un toro de cinco años vale veinte o veinticinco pesetas. En los ríos abundan los caimanes, muy carnívoros, miden de largo 12 y 15 varas. Existen las serpientes traga- venados, que esperan al ganado vacuno en el abrevadero, y cuando está bebiendo, le muerden por los hocicos, y, en- roscándose en un palo, sujetan al toro más bravo. Final- mente nos presenta a los pescados carnívoros, el bayo, el carobe y el temblador, llamado así, porque basta tocarlo, aunque sea con un palo, para que uno comience a temblar, hasta caer al suelo. ILUSIONES Y DESILUSIONES La ital del Apure, San Fernando, contaba con 8.000 halInadS, 6 casas con techumbre de tejas, y los demás
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